miércoles, 31 de julio de 2013

Los policías millonarios… y falsificadores



Anabel Hernández

En México hay personas capaces de hacer cualquier cosa para incorporarse a una corporación policiaca y corromperse. Así lo hicieron Armando Espinosa de Benito, exjefe de la División de Investigación de la Policía Federal, y Sergio Quiroz Padilla, excoordinador de Investigación de la misma institución, como lo ha evidenciado Proceso (ediciones 1910 y 1912). Ahora se tienen pruebas de que, además de falsear sus declaraciones patrimoniales, falsificaron sus certificados de estudios. Apenas con la secundaria terminada amasaron inexplicables fortunas, ocuparon puestos clave en el supuesto combate al crimen organizado y sus familiares siguen incrustados en la Policía Federal, evadiendo los controles de confianza.

MÉXICO, D.F. (Proceso).- Armando Espinosa de Benito y Sergio Quiroz Padilla, quienes hasta principios de este sexenio tenían altos cargos en la Policía Federal (PF), no solamente mintieron en sus declaraciones patrimoniales para ocultar la riqueza que obtuvieron injustificadamente; también falsificaron sus certificados de bachillerato para poder ingresar en la institución, donde permanecieron más de una década.
Según el Código Penal Federal la falsificación de documentos oficiales y de información dada a una autoridad, así como la usurpación de grado escolar y de profesión, son delitos que se castigan con cárcel.
Por lo menos desde 1998 el certificado de bachillerato era indispensable para ingresar y permanecer en la Policía Judicial Federal (PJF, que en 2001 se convirtió en AFI). También lo era durante el sexenio de Felipe Calderón para incorporarse a la PF, permanecer en ella y ocupar puestos de alto nivel. Sólo con la falsificación de sus certificados escolares ambos policías pudieron entrar y mantenerse en las corporaciones gracias a las cuales se hicieron millonarios y donde tienen trabajando a sus familiares.
Este semanario denunció la riqueza inexplicable acumulada por Espinosa y Quiroz entre 2005 y 2008 –durante sus encargos en la Agencia Federal de Investigación (AFI) y la PF– así como su ostentoso tren de vida, que no corresponde con sus salarios ni con sus declaraciones patrimoniales (Proceso 1910 y 1912).

Protegido de García Luna

En averiguaciones previas y declaraciones de los narcotraficantes Sergio Villarreal Barragán, El Grande, y Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, Espinosa –quien en la PF se hacía llamar Dios y hace décadas era policía de crucero– fue acusado de recibir sobornos a cambio de proporcionarle ayuda e información al crimen organizado.
A la sombra de García Luna en la AFI y la PF, llegó a ocupar cargos importantes en el combate al narcotráfico y al secuestro. Entre 2005 y 2008 acumuló propiedades por más de 37 millones de pesos: tres residencias en Prados Churubusco, dos en Lomas de Cocoyoc y una más en el número 20 de la calle Luarca, colonia Parques del Pedregal en la delegación Tlalpan, donde actualmente vive.
Su esposa, Rebeca Ibarra, y sus hijas, Nora y Rebeca Espinosa Ibarra, ostentaban en las redes sociales su fortuna y lujoso tren de vida. Presumían sus residencias, los pasteles de cumpleaños de sus perros, sus colecciones de bolsas Louis Vuitton, sus constantes viajes a Europa, las visitas frecuentes al salón de belleza de Silvia Galván –el más caro de la Ciudad de México–, todo pagado con el salario del policía. También presumían su asistencia a desfiles de moda de la boutique del diseñador Frattina, sus amistades de la farándula (como la cantante Yuri) y sus fastuosas fiestas de halloween.
El sexenio anterior y abusando de su cargo, Espinosa colocó en la PF a cuatro familiares, entre ellos a sus yernos Erick Friedman y Rafael Navarro. Pese a las revelaciones de Proceso, Friedman sigue en la institución, ahora cobijado por Gustavo Calles Valdés, cuñado de Sergio Quiroz.
Quiroz Padilla siempre estuvo a las órdenes de Espinosa y de Cortés –afirman agentes de la PF consultados por este semanario–, quienes solaparon su alcoholismo, sus excesos, su prepotencia y sus arranques de violencia.
En octubre de 2011 Liliana Hernández, pareja de Quiroz, presentó una demanda en la que lo acusó de haberla golpeado brutalmente y de huir, protegido por policías federales, llevándose como rehén a su hija menor de edad, Heribel.
En 1999 Quiroz era cadenero de los giros negros del grupo Titanium en la Ciudad de México. Ese año decidió ingresar a la PJF, luego convertida en AFI. En 2002 era jefe de departamento en el área de Investigación de Delitos, a las órdenes de Espinosa. Desde entonces se hicieron inseparables.
Espinosa pertenecía al grupo de incondicionales de García Luna, y aunque los demás no lo aceptaban en su selecto círculo, Quiroz siempre se benefició.
Entre 2005 y 2008 acumuló de la nada propiedades por más de 13 millones de pesos: una residencia en Lomas de Cocoyoc y dos en la Ciudad de México, una de ellas en Fuente del Saber 45, fraccionamiento Fuentes del Pedregal, donde actualmente vive. Posee colecciones de motocicletas, de vehículos de lujo y de relojes Rolex y Hublot.
También aprovechó su puesto para colocar a sus familiares en la PF. A su cuñado Gustavo Calles Valdés lo hizo director general de la Coordinación de Servicios Generales, donde también metió como analista a su hermana Victoria; a otra hermana, Edith Concepción, la convirtió en jefa de departamento en la División de Investigación. Todos siguen cobrando en esa institución.
Fragmento del reportaje que se publica en la revista Proceso 1917, actualmente en circulación.

Fuente Proceso

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