Javier Sicilia
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Hay que decir, en honor a la verdad, que el
Poder Judicial y ustedes, que son su más alta instancia, tienen un
extraño gusto por la injusticia y el desprecio. Nunca pude entender por
qué se negaron a ir a los diálogos que el Movimiento por la Paz con
Justicia y Dignidad sostuvo con los poderes de la nación en el castillo
de Chapultepec. No obstante que una buena parte de la impunidad que
existe en nuestra nación y una buena parte de los inocentes que están en
las cárceles son consecuencia del Poder Judicial, ustedes, resguardados
en la opacidad, la intocabilidad y la omisión que siempre ha
caracterizado al poder que representan, se han negado desde hace mucho a
aceptar o a decir algo sobre la gran responsabilidad que el Poder
Judicial tiene en la tragedia humanitaria que vive la nación.
Si
me permito decirles esto, que hace mucho tenía ganas de decirles, es
porque recientemente, el 6 de marzo de 2013, una parte de ustedes
rechazó el recurso de inocencia que el profesor Alberto Patishtán Gómez
presentó ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) después
de 12 años de un calvario atroz. Tres votos en contra (José Ramón
Cossío, Jorge Pardo y Alfredo Gutiérrez) y dos a favor (Olga Sánchez
Cordero y Arturo Saldívar) bastaron para ratificar, con esa extraña y
horrenda paz del verdugo, la condena al sufrimiento de un hombre
inocente. A pesar de la ausencia del debido proceso, como en el caso de
Florence Cassez; a pesar de la demostrada fabricación de pruebas en su
contra, de su tarea en favor de la gente –en 2010 Samuel Ruiz le entregó
en la cárcel el premio JTatic Samuel JCanan Lum—, a Patishtán se le
ratificó su condena de 60 años. Con ello cometieron un doble crimen: no
sólo el inocente sacrificado selló para siempre la impunidad de los
verdaderos verdugos, sino que los policías asesinados, en la masacre que
se le atribuye a Patishtán, jamás encontrarán justicia.
¿Cuál fue
el criterio que los llevó a liberar a la francesa Cassez y a ratificar
la sentencia del indio tzotzil Patishtán? ¿Los indios siguen siendo,
para quienes imparten la justica en México, sujetos de desprecio y
criminales, no obstante su inocencia? Les pregunto esto porque al
comparar los dos casos algo no cuadra. En ambos, el debido proceso
estuvo viciado desde el origen. En ambos, sin embargo, hay una
diferencia. Mientras Cassez sigue siendo sospechosa del crimen que se le
atribuyó (ella alcanzó su libertad sólo y únicamente porque su proceso
estaba tan viciado que era imposible saber si era o no culpable),
Patishtán es inocente. A las tremendas irregularidades de su proceso se
suma, por parte de sus abogados, la demostración de su inocencia. ¿Por
qué entonces una está libre y el otro preso? ¿Su aplicación de la
justicia depende de los intereses y de las presiones políticas o
criminales? En todo caso, su negativa al recurso de inocencia de
Patishtán no honró a la justicia, sino al crimen.
Su negativa,
lejos de darnos una esperanza, nos ratifica que entre la brutalidad
criminal, la ineptitud y la corrupción de las policías, y la opacidad de
los jueces en sus sentencias, los ciudadanos sólo conocemos el miedo y
la desconfianza ante quienes dicen protegernos e impartir justicia.
Desde hace casi dos años, con un proceso perfectamente documentado,
esperamos las sentencias de los asesinos de mi hijo Juan Francisco y de
sus amigos. Desde hace 12, con un proceso viciado y la demostración de
su inocencia, esperamos la liberación de Patishtán. Pero ni unas ni otra
han llegado. Hemos visto, en cambio, cómo unos jueces sin escrúpulos
liberaron al asesino confeso de Rubí Frayre Escobedo y cómo su madre,
Marisela, era asesinada delante del Palacio de Gobierno de Chihuahua…
Fragmento del análisis que se publica en la edición 1899 de la revista Proceso, ya en circulación.
Fuente Proceso
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes dejar tus comentarios en cualquier momento, solo trata de poner buenos argumentos y sobre todo trata de evitar el uso de palabras altisonantes, este blog es de ustedes.
Saludos.