Julio Hernández López
En Michoacán hay una
virtual declaración de guerra no necesariamente contra el Estado
mexicano, pero sí contra los gobiernos, el federal y los estatales,
concurrentes en la región. No hay (aún) reivindicaciones ideológicas ni
exigencias nítidamente políticas, sino un hartazgo generalizado frente a
las gravísimas fallas de los aparatos de seguridad pública y la
corrupción, y contubernio de la clase política en general, lo que ha
colocado a crecientes segmentos de la población bajo el yugo de cárteles y capos que juegan a ser verdugos o salvadores de determinadas plazas, conforme a sus estrategias.
El primer salinismo despertó de su sueño de primermundismo
librecomercial con la irrupción en año nuevo de final de sexenio de los
indígenas chapanecos con pasamontañas y rifles de palo. El segundo
salinismo, copeteado, no ha necesitado acercarse al término del periodo
de mando formal. Desde ahora, vertiginosamente, Enrique Peña Nieto se ha
placeado como el exterminador de dinosaurios (Gordillo hoy; Jonguitud
ayer), el modernizador económico (reformas nunca logradas; en agenda la
principal, la de los energéticos, con Pemex como joya de la corona por
pignorar), el estadista impensado (el Pacto por México como botón de
muestra internacional del presunto gran oficio concertador de
opositores) y el silencioso controlador de la delincuencia organizada y
sus expresiones de violencia (la condescendiente detención del Z-40, por ejemplo).Peñalandia ha creído que prospera y refulge mediante la adquisición de firmas opositoras pactantes, el modernizado control mediático mediante las malas artes de siempre, la alineación de los principales grupos empresariales en espera del reparto de nuevas rebanadas de pasteles vueltos a hornear o elaborados con ingredientes nunca antes tocados, la unificación y fortalecimiento de las fuerzas armadas y policiales mediante ensoñaciones de organigrama, la conformación de una nueva mafia del poder a partir de indefendibles representantes de grupos e intereses oscuros instalados en los puestos de mando político y la demagogia rebosante de optimismo por doquier.
Pero esa visión teóricamente victoriosa se va topando con la realidad en diversos segmentos. Los profesores no se dan por derrotados por las reformas laborales disfrazadas de educativas, la decepción cívica poselectoral subsiste y se acrecienta, pero no se convierte en apoyo al régimen dominante, sino en rechazo silencioso y acechante, los grupos empresariales (encabezados por Emilio Azcárraga, Ricardo Salinas y Carlos Slim, principalmente) reciben los paquetes del reacomodo sexenal, pero no les son suficientemente satisfactorios, la inversión hecha en el Pacto por México no garantiza los rendimientos deseados porque los firmantes están bajo evolutiva impugnación de sus presuntos representados, los resultados electorales de este año producen
autoridadesformales, pero no obtienen legitimidad ni respeto y ha fallado escandalosamente la expectativa de que el viejo oficio truculento del PRI frenaría el baño social de sangre instaurado por Felipe Calderón.
Sin embargo, engolosinado por las cifras electorales que en 2012 él mismo se acomodó comercialmente y estimulado por la escenografía cesarista que se ordenó instalar alrededor, Peña Nieto ha golpeado políticamente a institucionales opositores internos (a Manlio Fabio Beltrones lo exhibió negativamente en Baja California, al usar a Fernando Castro Trenti como peleador de manos amarradas, para ceder el gobierno estatal al PAN; a Emilio Gamboa lo ha ido desdeñando, dejando correr la especie del enojo superior por la falta de control en el Senado), ha demostrado a todos los grupos políticos que el verdadero poder burocrático está solamente en el del estado de México y, en segundo lugar, en el de Hidalgo; ha manejado perniciosamente la economía nacional (subejercicio presupuestal que ha dañado a muchas empresas, reducción de las reservas monetarias luego del saqueo de cuello blanco a cargo de capitales especulativos, entre otros puntos) y ha pretendido imponer un esquema extraoficial de administración del gran negocio trasnacional de las drogas y otros rubros criminales sosteniendo a un cártel, el sinaloense, como preferido y protegido, en detrimento de los que practican métodos crueles contra la población, como los Zetas y sus cambiantes aliados regionales.
a la vista, entre ciudadanos que se habrían acercado a él a saludarlo y felicitarlo ( http://bit.ly/1bOI4je).
Los ataques a la policía federal (que según Gobernación fueron totalmente
planeados) tienen como referente el nacimiento de las policías comunitarias o los grupos de autodefensa, ante la convicción ciudadana de que las fuerzas gubernamentales suelen estar al servicio de los cárteles contra los que la gente prefiere organizarse. Los grupos delincuenciales así combatidos aseguran que financiamiento, organización y armamento de los comunitarios o autodefendidos proviene de sus adversarios (en el caso michoacano, se habla del Cártel de Jalisco Nueva Generación) y la acción policiaca y militar es adjudicada a los intereses de unos u otros cárteles, conforme a los entendimientos concretos de cada zona.
Por lo pronto, Peña Nieto queda ante una virtual declaración de guerra (a él se la declaran; Calderón la declaró) por parte de grupos armados que tienen base social, audacia operativa y una ecléctica definición conceptual que va desde las adecuaciones de un cierto catolicismo a las necesidades de sobrevivencia de quienes viven a salto de mata, hasta una tenue definición de justicia social, fincada en el derecho a la seguridad personal y familiar y al trabajo sin amenazas ni extorsiones. ¡Hasta mañana!
Fuente Proceso
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes dejar tus comentarios en cualquier momento, solo trata de poner buenos argumentos y sobre todo trata de evitar el uso de palabras altisonantes, este blog es de ustedes.
Saludos.