domingo, 6 de enero de 2013

El paraíso perdido del rey Zambada



Marcela Turati

En el municipio de Acaxochitlán, Hidalgo, la gente hablaba de él con respeto. Y como nadie sabía su nombre, se referían a él como “el rico”. Solía ser generoso con los indígenas nahuas, pues les daba trabajo en su Quinta Las Palomas o les regalaba puerquitos para sus fiestas. Y ellos se sentían en el paraíso. Pero todo se acabó cuando fue capturado por federales en octubre de 2008. Entonces se supo en la localidad que se trataba de Jesús Reynaldo Zambada, ‘El Rey’, vinculado al cártel de ‘El Chapo’ Guzmán.
ACAXOCHITLÁN, Hgo. (Proceso).- Dicen que de la zangoloteada que les dio la federal los cerdos iban mareados; lastimados unos, muertos otros. Que la chilladera se escuchó desde las casas cercanas a la granja. Un taxista asegura que encontró un marrano estropeado, tirado a medio camino, y como aún respiraba lo escondió rápido en la cajuela.

Los vecinos aún no se reponen del impacto sufrido ese día de octubre en el que soldados y policías federales irrumpieron en la granja porcícola, la finca con caballeriza y el rancho lechero que les daba empleo, mientras veían cómo subían en camiones de carga la animaliza, la maquinaria y las pertenencias de los patrones. El camino de acceso estuvo cerrado varios días. La propiedad de 60 hectáreas de bosque, sellada.
Un letrero en los accesos indicaba: “Se prohíbe el acceso a esta zona a personas que vayan a pastar sus animales, recolectores de leña y cualquier persona que viole este aviso será consignado ante el MP”.
Los primeros días, las personas estaban asustadas, hablaban en susurros, no querían que las vincularan con el rancho. Con el correr de las semanas comenzaron a darse vueltas por la propiedad para preguntar cuándo deberían presentarse a trabajar. Cuando se agotó la espera quisieron organizar un motín, tomarse las tierras y volver a producir, pero policías armados se los impidieron.
Desde el cateo aquel ya lejano octubre de 2008 de la granja Los Alpes y la finca Quinta Las Palomas, propiedades del narcotraficante Jesús Reynaldo Zambada García, El Rey, cientos de acaxochitlecos –nahuas en su mayoría– vieron morir el espejismo de ser asalariados y la oportunidad de un empleo formal.
Ya se completaron más de tres años desde el operativo militar y los desempleados no logran acomodarse; muchos migraron a Estados Unidos, al Distrito Federal o a otros lugares de Hidalgo.
“Andan buscando ahí nomás, se fueron adonde sea”, dice doña Amanda, la señora que vende tlacoyos en el pueblo de Buenaventura a una clientela casi extinta.
Al momento del decomiso, en la entrada de Los Alpes había una placa con un venado pintado y el número del permiso de manejo ambiental (UMA RFYFS-CR-TR-0037HGO). Detrás de la reja, se veía una finca blanca rodeada de pastizales, cercada por una barrera de árboles sabinos, con vista a una presa donde se posan garzas.
A través de una brecha se llegaba a la granja porcina, localizada en una hondonada oculta por una franja de bosque. Vista de lejos parecía una enorme fábrica con varios edificios pero se trataba de un hotel cinco estrellas para cerdos: las porquerizas tenían ventilación, de los techos pendían grandes sacos con alimentos, en algunas partes los animales estaban separados en minichiqueros individuales. Afuera de algunos galerones se lee “Gestación”, “Maternidad”, “Maternidad 2”, los lugares dispuestos para que las cerdas parieran y cuidaran a sus crías recién nacidas.
En el acceso principal un monumento de piedra da la bienvenida: el monumento al cerdo.
Cruzando el bosque y en el otro extremo estaba ubicada la Quinta Las Palomas, con un Cristo Rey de granito en la entrada. Desde afuera, se alcanzaba a ver un jardín con rosales, invernaderos de flores, varias caballerizas y cabañas en las cuales –según un policía que cuidó la propiedad– había muebles revueltos, un billar, jacuzzi, una piscina y fotos de la anciana que la habitaba. En una de las fotos ella aparecía montada a caballo.
“La señora era la nana del Rey, ella lo crió. Salía siempre con su chofer en una camioneta Liberty pero a veces nos pedía servicios de taxi. Era buena persona. No le gustaba que le dijeran señora, siempre señorita”, narra un taxista.
Con el decomiso se acabaron aquellos tiempos en los que niños y adultos de los pueblos vecinos se aferraban a las rejas de la finca para mirar, curiosos, los extraños animales que la habitaban.
“Había cebras, caballos, vacas y se los llevaron. Había camellos que andaban sueltos, a esos los mataron, se los comieron los perros”, dice un exempleado presumido porque en cuanto vio las cebras las identificó porque las había visto en el circo. Sus compañeros no.
“Lo que yo nunca había visto eran los canguros y otros que no sé cómo se llamaban, parecían popótamos pero con cuernos”, agrega, recargado en la pick-up en la que estaba por migrar a Tamaulipas.
La exótica colección de animales que habitaba el rancho agarró por sorpresa al maestro de kínder Bulmaro Licona, quien se emocionó al ver en vivo a los camellos y a las cebras que había conocido por televisión. Es de los pocos que proporciona su nombre para el reportaje, el resto tiene miedo. Durante nuestra charla lo rodean cuatro niños indígenas, unos descalzos, otros con ropa ajustada, que comen con él porque en sus casas no hay qué.
Acaxochitlán es un municipio que atrae a visitantes por sus valles verdes y arbolados, su cascada, sus presas como lagos y sus artesanías. La mayoría de las casas tienen pintas del gobierno federal, ya sea del IMSS, del Inegi, del Censo Agropecuario o del Programa de Atención a Zonas Prioritarias.
A la entrada del pueblo se ve un letrero en el que la Sedesol anuncia que encementó pisos de tierra. La obra no alimenta a la gente ni le asegura empleo ni la retiene para no migrar.

Fuente Proceso

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