Más allá de los
propósitos expresados por la administración de Enrique Peña Nieto en el
sentido de reformular la estrategia de seguridad pública, combate a la
delincuencia y atención a las víctimas de la criminalidad y de los
excesos cometidos por las corporaciones públicas en el contexto de la
Ciertamente, nadie habría esperado que las confrontaciones armadas y
los asesinatos cesaran como por arte de magia sólo por el inicio del
gobierno peñista, ni que tuvieran lugar en unas pocas semanas avances
espectaculares en la pacificación del país y en el restablecimiento del
estado de derecho.guerradeclarada por su antecesor, la violencia extrema sigue causando estragos en el país y en el mes y medio transcurrido desde la conformación del nuevo gobierno ha provocado centenares de muertes. El elevado saldo de homicidios que se registró el fin de semana pasado en diversas zonas del país culminó con más de una decena de ejecutados en el estado de México, una de las entidades más afectadas por la violencia.
Sin embargo, entre la transición gubernamental de diciembre pasado, las fiestas decembrinas y el arranque de un nuevo año, pareciera haberse diluido en la sociedad la conciencia de que el país se encuentra sumido en una catástrofe de seguridad pública, de que la criminalidad organizada mantiene el control de regiones, las instituciones están infiltradas por la delincuencia y continúa la ola de homicidios en diversos puntos del territorio nacional.
Fuente La Jornada
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