Alberto Osorio
Un día los habitantes de Tequesquitlán, Jalisco, amanecieron
invadidos de trabajadores chinos que hacían estudios de suelos. Al poco
tiempo se estableció a unos metros del centro la minera Gan-Bo, que
comenzó a remover las entrañas de la tierra en busca de fierro y, se
dice, también de plata y oro. La explotación creció tanto que, según los
ejidatarios locales, la empresa comenzó a invadir sus terrenos,
corrompió a autoridades y contaminó árboles y mantos freáticos
necesarios para los cultivos tradicionales de la zona.
TEQUESQUITLÁN, JALISCO (Proceso Jalisco).- Con engaños, sobornos a
dirigentes ejidales y la presunta corrupción de autoridades municipales e
incluso estatales, la minera china Gan-Bo invadió desde mayo de 2012
más de 12 hectáreas de esta población para extraer del subsuelo miles de
toneladas de roca ferrosa e iniciar la exploración en busca de plata y
oro.
Cansados de que ninguna autoridad escuche sus reclamos sobre la
contaminación que genera la trasnacional y hartos de la invasión de sus
tierras, el pasado sábado 4 los 237 ejidatarios de Tequesquitlán
bloquearon el ingreso principal a la mina, ubicada a menos de 300 metros
del jardín principal de la población.
Cerca de 300 personas, entre ejidatarios, amas de casa, niños y
militantes del Barzón –algunos de Puerto Vallarta– que vinieron en apoyo
de los campesinos de Cuautitlán, realizaron esta “acción de resistencia
civil” después de varias advertencias a las autoridades.
Sin embargo, en lugar de enviar a un representante a dialogar con los
ejidatarios, 48 horas después del inicio de la protesta, llegó una
fuerza antimotines compuesta por 13 patrullas, cada una con cuatro o
cinco efectivos, así como dos camiones repletos de policías estatales.
El delegado municipal de Tequesquitlán, Nicolás Rodríguez Ramos,
reconoce que la presidencia municipal no fue informada del despliegue
policiaco: “Sólo nos dijeron que era para resguardar el orden”, dice.
Aproximadamente a las 7 de la mañana del martes 7, los antimotines
desalojaron a los manifestantes.
En la presidencia municipal de Cuautitlán, ubicada a menos de 12
kilómetros de Tequesquitlán, los funcionarios de primer nivel trataron
de restarle importancia al desalojo. El secretario del ayuntamiento,
Esteban Arias Soto, asegura que se llevó a cabo “en buenos términos”:
“Se invitó a la gente a que retirara el plantón, se les pidió que se
fuera a la casa ejidal y así pasó”.
En Tequesquitlán el pueblo dice que seguirá luchando por sus tierras y
que el ayuntamiento, que encabeza el doctor Pedro Sánchez Orozco, los
apoya totalmente. Pero Arias Soto dice al reportero que la autoridad
municipal respetará “lo que marque la ley” en este conflicto agrario y
específicamente sobre las demandas de los afectados, pero nada dice
acerca de la contaminación denunciada.
Con respuestas apresuradas, el funcionario sólo permite unas tres
preguntas sobre la peligrosa situación que se vive en Tequesquitlán,
donde a pesar de la riqueza mineral, 65% de sus 2 mil 500 habitantes
viven en la pobreza, como admite públicamente el alcalde Sánchez Orozco.
Ubicada en la costa sur del estado, produce tamarindo, caña de
azúcar, limón, sandía y hortalizas. De hecho, en los últimos años la
producción de tamarindo tiene gran demanda de dulceras en Guadalajara y
Monterrey, pero también la compran grandes empresas de Estados Unidos.
Ernesto Quiles, expresidente del comisariado ejidal, sostiene que
cada tonelada de tamarindo que va directo del potrero al camión vale 9
mil pesos, y 13 mil cuando el producto es seleccionado. De este modo,
describe, los representantes de las empresas compradoras “sólo están al
cuidado de la sacada de la cosecha del tamarindo de Tequesquitlán y
luego envían a sus representantes para amarrar la compra”.
Sin embargo, advierte, ahora los lugareños temen que este auge sea
arruinado por la contaminación de la minera Gan-Bo, ya que al extraer
indiscriminadamente agua para la lavar el mineral ferroso afecta a los
mantos freáticos.
Corrupción
La mina trabaja a cielo abierto y en menos de un año dejó en
evidencia su capacidad depredadora. El presidente del comisariado
ejidal, Gregorio Zamora Escobar, calcula que dentro de poco la
contaminación abarcará de 25 a 30 kilómetros a la redonda.
Junto al tajo de la minera hay sembradíos de limón y tamarindo, pero
los árboles ya están cubiertos de polvo rojo, producto de la remoción de
la tierra por la maquinaria de Gan-Bo.
A menos de 200 metros está una presa de jales, a donde van a parar
las aguas de desecho de la mina. En un recorrido, el reportero comprobó
que en la parte baja ya se ven algunos lloraderos de agua altamente
contaminada que convergen en un arroyo de más de un kilómetro.
Un estudio ordenado por los campesinos sobre los desechos líquidos de
Gan-Bo mostró que es agua cargada de metales pesados como hierro,
manganeso, plomo y aluminio, en concentraciones que en varios casos
superan lo permitido en la Norma Oficial Mexicana, denuncia el
expresidente del comisariado ejidal, Ernesto Quiles.
Pone como ejemplo la muestra obtenida en la Choyotera o El Chayote,
donde se reportan concentraciones de hierro arriba de 5.043 miligramos
por litro (mg/lt), cuando la norma señala un límite de 0.300 mg/lt.
Asimismo, dice, existe una concentración de manganeso de 1.543
mg/lt., a pesar de que la norma indica un máximo de 0.150 ml/lt. La
empresa que realizó el mencionado estudio en marzo pasado es Análisis de
Agua, radicada en Guadalajara.
A su vez, Zamora Escobar asegura que Gan-Bo empezó sus trabajos en
mayo de 2012 y opera a unos pasos de la plaza principal de
Tequesquitlán: “Son menos de 300 metros de distancia entre la mina y el
corazón del poblado”.
Se queja de que no existe una zona de amortiguamiento que pueda
proteger a los vecinos y a sus cultivos de la contaminación y muestra al
reportero decenas de árboles atrapados bajo un polvo rojo que
prácticamente los condena a morir.
Los lugareños recuerdan que la firma china llegó a la región hace
cuatro años y de inmediato realizó estudios de suelos. Casi enseguida
empezó a extraer miles de toneladas de piedra ferrosa y minerales como
plata y oro, aunque esto se mantiene con bajo perfil.
Al principio Gan-Bo buscó las condiciones ideales para su explotación
incluso en el área poblada, que tiene más de 400 años de antigüedad.
“Usted veía a las personas de la empresa entre las calles del pueblo,
haciendo sus estudios; caminaban de un lado a otro con sus teodolitos y
otros aparatos. Les preguntábamos a los chinitos qué estaban haciendo y
nunca nos respondían”, dice Quiles.
Y expresa una sospecha: “Por lo que nosotros observamos de sus
mediciones, nos hacen pensar que posiblemente la principal veta del
mineral de fierro o de oro se ubique bajo el núcleo urbano, donde están
nuestras casas y negocios”.
Recuerda: “Mi abuela, la señora Bartola Ríos Ramírez, nos decía:
‘Miren hijos, aquí por la mitad de nuestra casa, ubicada sobre la calle
de Niños Héroes, pasaba la mina de oro’… Nunca le hicimos caso, no le
creímos”.
Al parecer no era un cuento chino. Gan-Bo comprobó que Tequesquitlán
está asentado sobre tierras ricas en minerales y rápidamente consiguió
la concesión para explotarlas. Hoy la minera tiene varios predios como
áreas de servicio y construyó en unos meses un inmueble de tres niveles
para alojar a sus empleados.
Intrigados por la expansión de la minera, los ejidatarios
comisionaron a uno de ellos para que indagara el precio de una tonelada
de material ferroso. Así se enteraron de que se ofrece a 168 dólares y
que un camión cargado con 40 toneladas puede costar 6 mil 720 dólares,
cerca de 84 mil pesos.
Los campesinos indican que cada 24 horas salen de la minera de ocho a
10 camiones con rumbo al puerto de Manzanillo, donde el material se
embarca hacia China.
Lo paradójico es que fue un expresidente del comisariado ejidal de
Tequesquitlán, Martín Plascencia Peregrina, quien le abrió la puerta a
Gan-Bo y a cambio recibió un cheque de 80 mil pesos. Y el exalcalde
Gerardo Palacios Campos promovió el cambio de uso de suelo para permitir
la explotación minera hace casi cuatro años.
Ernesto Quiles relata que Plascencia Peregrina tuvo que reconocer
ante los ejidatarios que había recibido los 80 mil pesos de una mujer de
origen chino, cuando ella se lo echó en cara.
Por corruptelas como esa de las que se benefició la minera, el ejido
promueve actualmente una acción jurídica para anular el acta de asamblea
del 4 de abril de 2010, que según ellos fue alterada ilegalmente para
autorizar el funcionamiento y operación de Gan-Bo.
Por ejemplo, el orden del día prevé desarrollar ocho puntos, al final
de los cuales se transcribe el cierre y clausura los trabajos de ese
encuentro, pero en la última parte de la hoja cuatro y después de
cerrada la sesión, se anota con letra pequeña el supuesto acuerdo de 48
ejidatarios para apoyar a Gan-Bo en la explotación de tierras ejidales.
Ahora un grupo de ejidatarios pretende echar abajo el documento con la
intervención de la Procuraduría Agraria.
Quiles reconoce que varios ejidatarios rentaron sus tierras a la
minera por menos de 7 mil pesos al mes, entre ellos Eliseo Arias, quien
proporcionó una parcela para los trabajos de exploración; Everardo
Montes de Oca, que aportó el terreno donde Gan-Bo construyó sus
edificios; y Vicente Prado, de quien era la porción donde ahora está la
presa de jales. Por su parte, Salvador Meneses Parra le rentó a la
empresa china otra parcela para la perforación de un pozo profundo que
ahora amenaza con afectar el suministro de agua para el pueblo, pues
cuando el líquido se devuelve ya va contaminado.
A decir de los ejidatarios inconformes con su operación, Gan-Bo
también bloqueó el desfogue de las aguas residuales que salen de dos
grandes tubos en la parte sur de Tequesquitlán. Hasta ahora el
ayuntamiento de Cuautitlán guarda silencio al respecto.
Fuente Proceso
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