martes, 14 de mayo de 2013

Dan formal prisión al hombre que ‘puso’ a los hermanos Páramo

Patricia Mayorga

CHIHUAHUA, Chih. (apro).- En la audiencia en la que se dictó auto de formal prisión a Jonathan Lozano Duarte por su presunta responsabilidad en el asesinato de los hermanos Diego Alejandro y Alfredo David Páramo González, la fiscal Edna Edith Manríquez Manquero ofreció como prueba un extracto de los 85 mensajes de texto que intercambiaron el indiciado y Diego la madrugada del sábado 4 de mayo, minutos antes de que este último fuera acribillado junto con su hermano en el interior del auto que conducía.
La siguiente fue la comunicación escrita que tuvieron Jonathan y Diego de las 03:35 a las 03:54 horas.
–No es por molestar ni mucho menos, pero no traerá el dinero porque ando haciendo cuentas. Me da pena, pero necesito el dinero porque necesito reportarme con el señor y pos salgo corto.
–Acá ando en la calle. ¿Dónde anda usted?
–Neta, discúlpeme mi Páramo, pero sí ocupo el cambiecillo… usted me dice por dónde lo veo, ¿simón? Es que se me puso de malas El Chupas y El Primo.
–Mijo: ¿dónde anda? Déjeme dejo un pase y lo topo…. No, ahí, porque cuentas claras, amistades largas…Ahí en la farm (farmacia ubicada en la avenida Francisco Villa)- citó Diego.

–Ándele ps’, lo espero. Gracias a usted. Neta me dieron un regañadón de aquellos… ¿tarda mucho? Pa’ decirles y tantearlos a éstos, advirtió Jonathan.
Pos es que anda manejando mi carnal. Es una tortuga… A mí igual, simón y ahorita me emparejó El Chaguito (Enrique de la Rosa Armendáriz), bien vergas. Pero él sí sale para todos mi Jona-, fue el último mensaje de Diego Páramo.
A las 10:20 horas de este martes,  llegó Jonathan Lozoya, de 25 años, a la sala de audiencias número 15 de las instalaciones del Centro de Reinserción Social número 1. Escoltado por un agente de la Policía Procesal, mantuvo las manos atrás, hasta que se sentó al lado de sus defensores.
En la audiencia, escucharon los alegatos la mamá de Jonathan, así como otros familiares y amigos. Trataban de permanecer inexpresivos, sólo tocaban su propia cara, primero uno, luego otro; agachaban la cabeza y se esforzaban por contener cualquier gesto.
Alegatos de la defensa:
La juez Margarita Elisa Romero Sánchez llamó a dos testigos que solicitó la defensa: un agente de la Policía Municipal, José Luis Rivera Menchaca  y a Melisa Yamín Durán Balderrama, perito en criminalística de campo.
Con las declaraciones, el defensor Marco Antonio Gómez Moloy, buscaba desacreditar la cadena de custodia de uno de tres celulares encontrados el día del homicidio y sembrar la duda de que el chip pudo haber sido sembrado, lo que no tuvo fuerza al final de la audiencia por las pruebas que presentó la fiscal.
Además, la defensa aportó al proceso una suspensión de amparo (575/2013), otorgada por el juzgado décimo de Distrito, para efectos de incomunicación del detenido.
María Mayela Duarte Lucero, madre del indiciado, promovió el amparo debido a que, cuando se llevaron su hijo de la casa, no supo a qué corporación pertenecían los agentes ni con qué fin. Lo buscó por varias corporaciones y nadie aceptaba su detención, no le permitieron comunicarse, lo que les hace suponer que lo torturaron para declarar.
La defensa reveló además que el primer reporte policiaco, indica que en el vehículo de las víctimas, un Honda Civic gris, encontraron tres billetes de 200 pesos y dos de 100.
La juez llamó la atención de la defensa en por lo menos tres ocasiones, para evitar pruebas o preguntas ociosas y para aclarar lo que presentaba como alegatos, ya que se trababa al leer y al exponer sus pruebas.
Ninguno de los recursos de la defensa evitó que la juez lo vinculara a proceso, para resolver su situación jurídica, bajo la causa 1164/2013.
Pruebas del Ministerio Público
La fiscal informó que los cuerpos de las víctimas fueron reconocidos por la madre de ambos, Martha Francisca González Nicholson y una amiga de ella.
Basados en peritajes e informes de neurocirugía, balística, químicos, criminalística de campo, partes informativos de las policías municipal y ministerial, así como investigación de gabinete, efectuados del 4 al 7 de mayo, la parte acusadora señaló lo siguiente:
Diego y Alfredo fueron perseguidos desde la farmacia Guadalajara en la avenida Francisco Villa, hasta las calles Águilas y Quetzal, donde fueron asesinados.
Les dispararon por el vidrio panorámico con una sola arma, 9 milímetros. A Diego lo habían herido durante la persecución, y ellos no se defendieron porque no llevaban armas. Los cuatro asegurados en la escena del crimen y dos fragmentos metálicos recuperados del cuerpo de Alfredo, revelan que les dispararon con una sola arma.
La causa de la muerte de las víctimas fueron: laceraciones y hemorragia cerebral, ya que les dispararon en la cabeza desde el vidrio delantero.
En el interior del auto encontraron tres celulares y cuatro envoltorios con droga, que de acuerdo con el peritaje químico, eran tres con matanfetaminas y uno con cocaína.
La fiscal detalló la manera en que dieron con el domicilio del imputado, a través del rastreo del teléfono celular y su registro en el sistema de información policial.
Relató que cuando llegaron al domicilio, Jonathan estaba afuera, lo reconocieron por las características de la fotografía de su licencia y le pidieron que los acompañara a declarar en el caso del asesinato de los Páramo, hecho que fue debatido por la defensa, ya que asegura que nunca le dijeron para qué lo llevaban y lo mantuvieron incomunicado de su familia.
Durante el interrogatorio, dijo la fiscal, Jonathan declaró que él no tenía nada que ver en los asesinatos, que los culpables eran El Chupas,  Alejandro Baeza Holguín, quien se junta con Enrique de la Rosa, y ambos venden droga.
Cuando Jonathan reveló que él había citado a Diego por orden de Alejandro Baeza, el Ministerio Público solicitó una orden de detención en caso urgente, a las 15:40 horas del 6 de mayo.
“Dijo que conocía a Diego, que intercambiaba drogas con él. Le cambiaba cocaína o hielo por tachas. Ambos vendían droga. El imputado trabajaba para El Chupas y Diego para Enrique de la Rosa Armendáriz”, dijo la parte acusadora.
Jonathan relató que la madrugada del 3 de mayo recibió una llamada de El Chupas para pedirle que le dijera a Diego Páramo, que se vieran en algún lugar; le explicó que tenía que ser Jonathan, para que Diego no sospechara que lo iban a matar porque días antes, Enrique de la Rosa le había dicho que Páramo le debía dinero de una mercancía que le entregó.
El pretexto para citarlo fue el cobro de 200 pesos que Diego le debía a Jonathan por el intercambio de drogas. “Diego y el imputado se veían los fines de semana, casi siempre en esa farmacia”, refirió la fiscal basada en la declaración de Lozano Duarte.
La cantidad que le debía a De la Rosa eran 15 mil pesos hace unos meses, pero El Chupas le aconsejó que le siguiera dando droga a Diego para que la pudiera vender y le pagara. El miércoles antes del crimen, Enrique les dijo, que Páramo ya sólo le debía 5 mil pesos.
Enrique de la Rosa le pidió el favor de citar a Diego, a El Chupas, porque eran amigos, dijo Jonathan.
Cuando El Chupas le llamó para pedirle que citara a Diego, Jonathan estaba con un amigo dando la vuelta, a quien le pidió el favor de llevarlo a la farmacia y le confesó que querían asesinar a Páramo.
El amigo accedió siempre y cuando se fueran de inmediato cuando llegaran los vehículos, para no meterse en problemas. Jonathan ya había avisado a El Chupas dónde se verían con Diego.
Señala Lozano que él esperaba a un lado de la farmacia, pero que nunca llegó Diego con él. Pasaron aproximadamente 30 minutos desde que habían comenzado a enviarse mensajes, cuando le llamó El Chupas a Jonathan, para decirle que los hermanos ya se habían ido de la farmacia, que él se retirara de ahí.
Jonathan supo por el periódico del siguiente día del asesinato. Durante la noche de ese sábado 4 de mayo, acudieron todos, con “unas chavas”, a un antro llamado Lotus, donde El Chupas presumió lo que habían dicho y confirmó que eran los hermanos.
La parte acusadora presentó ante la juez la declaración de otra persona, Roberto Méndez Oates, quien vivía desde hace dos o tres meses con Enrique de la Rosa. Él aseguró que Enrique le dijo que mataron a Diego,  la misma madrugada del crimen, cuando llegó a su casa. Supo que lo mataron porque “andaba mal”.
El sábado en la noche, fueron a cenar Enrique, El Chupas, Jonathan y Roberto Méndez, quien escuchó de nuevo que los habían matado, y aunque no dijeron el motivo, él sabía que le debía a Enrique de la Rosa, como 8 mil pesos por drogas. “Que sabía que Páramo las cambiaba por otras drogas para consumirlas y que no estaba pagando”.
Confesaron en esa ocasión que Alejandro Baeza Holguín, El Chupas, fue quien los mató: “pa’ que veas que yo sí soy bueno con la pistola”, les presumió. La última vez que vio a Jonathan fue el domingo en su casa, y supo de él hasta que Enrique le avisó que habían detenido a uno, que sacara todas las cosas de la casa.
La fiscal informó a la juez, que el otro imputado que ya se encuentra en el Cereso, Enrique de la Rosa, que ya declaró y confirmó que Jonathan Lozano se encargó de “poner” a la víctima para cometer el homicidio.
Con esas pruebas, pidieron que se juzgue a Lozano Duarte por homicidio calificado, con las agravantes de premeditación, alevosía y ventaja.

Fuente Proceso

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