Patricia Mayorga
CHIHUAHUA, Chih. (apro).- En la audiencia en la que se dictó auto de
formal prisión a Jonathan Lozano Duarte por su presunta responsabilidad
en el asesinato de los hermanos Diego Alejandro y Alfredo David Páramo
González, la fiscal Edna Edith Manríquez Manquero ofreció como prueba un
extracto de los 85 mensajes de texto que intercambiaron el indiciado y
Diego la madrugada del sábado 4 de mayo, minutos antes de que este
último fuera acribillado junto con su hermano en el interior del auto
que conducía.
La siguiente fue la comunicación escrita que tuvieron Jonathan y Diego de las 03:35 a las 03:54 horas.
–No
es por molestar ni mucho menos, pero no traerá el dinero porque ando
haciendo cuentas. Me da pena, pero necesito el dinero porque necesito
reportarme con el señor y pos salgo corto.
–Acá ando en la calle. ¿Dónde anda usted?
–Neta, discúlpeme mi Páramo, pero sí ocupo el cambiecillo… usted me dice por dónde lo veo, ¿simón? Es que se me puso de malas El Chupas y El Primo.
–Mijo:
¿dónde anda? Déjeme dejo un pase y lo topo…. No, ahí, porque cuentas
claras, amistades largas…Ahí en la farm (farmacia ubicada en la avenida
Francisco Villa)- citó Diego.
–Ándele ps’, lo espero. Gracias a
usted. Neta me dieron un regañadón de aquellos… ¿tarda mucho? Pa’
decirles y tantearlos a éstos, advirtió Jonathan.
Pos es que anda manejando mi carnal. Es una tortuga… A mí igual, simón y ahorita me emparejó El Chaguito (Enrique de la Rosa Armendáriz), bien vergas. Pero él sí sale para todos mi Jona-, fue el último mensaje de Diego Páramo.
A
las 10:20 horas de este martes, llegó Jonathan Lozoya, de 25 años, a
la sala de audiencias número 15 de las instalaciones del Centro de
Reinserción Social número 1. Escoltado por un agente de la Policía
Procesal, mantuvo las manos atrás, hasta que se sentó al lado de sus
defensores.
En la audiencia, escucharon los alegatos la mamá de
Jonathan, así como otros familiares y amigos. Trataban de permanecer
inexpresivos, sólo tocaban su propia cara, primero uno, luego otro;
agachaban la cabeza y se esforzaban por contener cualquier gesto.
Alegatos de la defensa:
La
juez Margarita Elisa Romero Sánchez llamó a dos testigos que solicitó
la defensa: un agente de la Policía Municipal, José Luis Rivera
Menchaca y a Melisa Yamín Durán Balderrama, perito en criminalística de
campo.
Con las declaraciones, el defensor Marco Antonio Gómez
Moloy, buscaba desacreditar la cadena de custodia de uno de tres
celulares encontrados el día del homicidio y sembrar la duda de que el
chip pudo haber sido sembrado, lo que no tuvo fuerza al final de la
audiencia por las pruebas que presentó la fiscal.
Además, la
defensa aportó al proceso una suspensión de amparo (575/2013), otorgada
por el juzgado décimo de Distrito, para efectos de incomunicación del
detenido.
María Mayela Duarte Lucero, madre del indiciado,
promovió el amparo debido a que, cuando se llevaron su hijo de la casa,
no supo a qué corporación pertenecían los agentes ni con qué fin. Lo
buscó por varias corporaciones y nadie aceptaba su detención, no le
permitieron comunicarse, lo que les hace suponer que lo torturaron para
declarar.
La defensa reveló además que el primer reporte
policiaco, indica que en el vehículo de las víctimas, un Honda Civic
gris, encontraron tres billetes de 200 pesos y dos de 100.
La juez
llamó la atención de la defensa en por lo menos tres ocasiones, para
evitar pruebas o preguntas ociosas y para aclarar lo que presentaba como
alegatos, ya que se trababa al leer y al exponer sus pruebas.
Ninguno
de los recursos de la defensa evitó que la juez lo vinculara a proceso,
para resolver su situación jurídica, bajo la causa 1164/2013.
Pruebas del Ministerio Público
La
fiscal informó que los cuerpos de las víctimas fueron reconocidos por
la madre de ambos, Martha Francisca González Nicholson y una amiga de
ella.
Basados en peritajes e informes de neurocirugía, balística,
químicos, criminalística de campo, partes informativos de las policías
municipal y ministerial, así como investigación de gabinete, efectuados
del 4 al 7 de mayo, la parte acusadora señaló lo siguiente:
Diego y
Alfredo fueron perseguidos desde la farmacia Guadalajara en la avenida
Francisco Villa, hasta las calles Águilas y Quetzal, donde fueron
asesinados.
Les dispararon por el vidrio panorámico con una sola
arma, 9 milímetros. A Diego lo habían herido durante la persecución, y
ellos no se defendieron porque no llevaban armas. Los cuatro asegurados
en la escena del crimen y dos fragmentos metálicos recuperados del
cuerpo de Alfredo, revelan que les dispararon con una sola arma.
La
causa de la muerte de las víctimas fueron: laceraciones y hemorragia
cerebral, ya que les dispararon en la cabeza desde el vidrio delantero.
En
el interior del auto encontraron tres celulares y cuatro envoltorios
con droga, que de acuerdo con el peritaje químico, eran tres con
matanfetaminas y uno con cocaína.
La fiscal detalló la manera en
que dieron con el domicilio del imputado, a través del rastreo del
teléfono celular y su registro en el sistema de información policial.
Relató
que cuando llegaron al domicilio, Jonathan estaba afuera, lo
reconocieron por las características de la fotografía de su licencia y
le pidieron que los acompañara a declarar en el caso del asesinato de
los Páramo, hecho que fue debatido por la defensa, ya que asegura que
nunca le dijeron para qué lo llevaban y lo mantuvieron incomunicado de
su familia.
Durante el interrogatorio, dijo la fiscal, Jonathan
declaró que él no tenía nada que ver en los asesinatos, que los
culpables eran El Chupas, Alejandro Baeza Holguín, quien se junta con Enrique de la Rosa, y ambos venden droga.
Cuando
Jonathan reveló que él había citado a Diego por orden de Alejandro
Baeza, el Ministerio Público solicitó una orden de detención en caso
urgente, a las 15:40 horas del 6 de mayo.
“Dijo que conocía a
Diego, que intercambiaba drogas con él. Le cambiaba cocaína o hielo por
tachas. Ambos vendían droga. El imputado trabajaba para El Chupas y Diego para Enrique de la Rosa Armendáriz”, dijo la parte acusadora.
Jonathan relató que la madrugada del 3 de mayo recibió una llamada de El Chupas
para pedirle que le dijera a Diego Páramo, que se vieran en algún
lugar; le explicó que tenía que ser Jonathan, para que Diego no
sospechara que lo iban a matar porque días antes, Enrique de la Rosa le
había dicho que Páramo le debía dinero de una mercancía que le entregó.
El
pretexto para citarlo fue el cobro de 200 pesos que Diego le debía a
Jonathan por el intercambio de drogas. “Diego y el imputado se veían los
fines de semana, casi siempre en esa farmacia”, refirió la fiscal
basada en la declaración de Lozano Duarte.
La cantidad que le debía a De la Rosa eran 15 mil pesos hace unos meses, pero El Chupas
le aconsejó que le siguiera dando droga a Diego para que la pudiera
vender y le pagara. El miércoles antes del crimen, Enrique les dijo, que
Páramo ya sólo le debía 5 mil pesos.
Enrique de la Rosa le pidió el favor de citar a Diego, a El Chupas, porque eran amigos, dijo Jonathan.
Cuando El Chupas
le llamó para pedirle que citara a Diego, Jonathan estaba con un amigo
dando la vuelta, a quien le pidió el favor de llevarlo a la farmacia y
le confesó que querían asesinar a Páramo.
El amigo accedió siempre
y cuando se fueran de inmediato cuando llegaran los vehículos, para no
meterse en problemas. Jonathan ya había avisado a El Chupas dónde se verían con Diego.
Señala
Lozano que él esperaba a un lado de la farmacia, pero que nunca llegó
Diego con él. Pasaron aproximadamente 30 minutos desde que habían
comenzado a enviarse mensajes, cuando le llamó El Chupas a Jonathan, para decirle que los hermanos ya se habían ido de la farmacia, que él se retirara de ahí.
Jonathan
supo por el periódico del siguiente día del asesinato. Durante la noche
de ese sábado 4 de mayo, acudieron todos, con “unas chavas”, a un antro
llamado Lotus, donde El Chupas presumió lo que habían dicho y confirmó que eran los hermanos.
La
parte acusadora presentó ante la juez la declaración de otra persona,
Roberto Méndez Oates, quien vivía desde hace dos o tres meses con
Enrique de la Rosa. Él aseguró que Enrique le dijo que mataron a Diego,
la misma madrugada del crimen, cuando llegó a su casa. Supo que lo
mataron porque “andaba mal”.
El sábado en la noche, fueron a cenar Enrique, El Chupas,
Jonathan y Roberto Méndez, quien escuchó de nuevo que los habían
matado, y aunque no dijeron el motivo, él sabía que le debía a Enrique
de la Rosa, como 8 mil pesos por drogas. “Que sabía que Páramo las
cambiaba por otras drogas para consumirlas y que no estaba pagando”.
Confesaron en esa ocasión que Alejandro Baeza Holguín, El Chupas,
fue quien los mató: “pa’ que veas que yo sí soy bueno con la pistola”,
les presumió. La última vez que vio a Jonathan fue el domingo en su
casa, y supo de él hasta que Enrique le avisó que habían detenido a uno,
que sacara todas las cosas de la casa.
La fiscal informó a la
juez, que el otro imputado que ya se encuentra en el Cereso, Enrique de
la Rosa, que ya declaró y confirmó que Jonathan Lozano se encargó de
“poner” a la víctima para cometer el homicidio.
Con esas pruebas,
pidieron que se juzgue a Lozano Duarte por homicidio calificado, con las
agravantes de premeditación, alevosía y ventaja.
Fuente Proceso
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