Anabel Hernández
Armando Espinosa de
Benito, que fue alto funcionario de la Policía Federal en tiempos de
Genaro García Luna, ha sido acusado en averiguaciones previas y por el
propio narcotraficante Edgar Valdez Villarreal La Barbie de recibir sobornos del crimen organizado. Una investigación de Proceso
muestra que El Güero Espinosa acumuló en cuatro años ocho propiedades
que valen más de 37 millones de pesos, siete de las cuales no reportó en
su declaración patrimonial.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- El calor de abril invade el ambiente del
inmenso jardín de la residencia marcada con el número 10 de la calle
Tabachines, en Lomas de Cocoyoc, Morelos. La barra de bebidas
refrescantes y alcohólicas está bien surtida y, al son del mariachi, las
carcajadas y la abundante comida, el calor es más humano que
atmosférico.El rey de la fiesta es Armando Espinosa de Benito, uno de los más poderosos jefes de la Policía Federal y a quien le gusta autodenominarse “Dios”. Actúa como si lo fuera. Cincuentón, con canas en las sienes, usa el cabello castaño medio relamido hacia atrás. Viste pantalón beige y guayabera blanca de manga corta.
Está extasiado, sonriente, a ratos grotesco. Abraza a un invitado mientras los mariachis tocan la última nota de una canción. La escena reproduce con fidelidad la imagen de los jefes policiacos en México.
–¡Otra, otra, otra! –grita la concurrencia, animando a Espinosa de Benito. Él suelta la carcajada de quien se sabe impune.
Se trata de la comida de cumpleaños con la que acostumbra celebrar a su esposa Rebeca Ibarra Panszi en su residencia que vale por lo menos 8 millones de pesos. Está muy lejos de las posibilidades que su salario de policía le permite; quizá por eso nunca la ha reportado en su declaración patrimonial.
“¡Ya sabes que yo soy una música, compadre!”, exclama, con las mejillas rojas y dirigiéndose a un invitado.
En 2001 Espinosa de Benito, sólo con la preparatoria terminada, era uno más en la Agencia Federal de Investigación que comenzaba a dirigir Genaro García Luna. Tenía una larga carrera en la Policía Judicial Federal, que luego se convirtió en la AFI, y en otras instituciones policiacas, pero no prosperaba.
Pasó muchas penurias antes de poder gozar de la riqueza con su esposa, Rebeca Ibarra Panszi. Los dos provienen de familias humildes y se conocieron muy jóvenes en la colonia Portales de la Ciudad de México.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso 1910, ya en circulación)
Fuente Proceso
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