Laura Gómez Flores
A una semana de los desmanes del primero de
diciembre, cientos de familias capitalinas y turistas recorrieron la
Alameda Central que se encuentra con vallas y vigilada por decenas de
policías en sus cuatro accesos para evitar nuevos daños al mobiliario,
como pintas o robos, así como el ingreso de ambulantes.
Los visitantes lamentaron que no se puede disfrutar al máximo, porque te sientes en una cárcel con tantas vallas metálicas y policías viendo qué haces o sacas de la bolsa.
Los jóvenes, consideraron algunos entrevistados, son los más afectados, porque “si traes algún tatuaje, piercing, cabello largo o ropa rara, te siguen con la vista y después dan indicaciones a otro compañero para que te siga. No vayas a hacer algún relajito.
No se vale, venimos a disfrutar un rato con los amigos. Mejor deberían checar a los que dejaron en la Plaza José Martí, que está llena de ambulantes que venden cosas piratas o no dejan pasar con tanto puesto metálico, agregaron.
Fuente La Jornada
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