miércoles, 30 de enero de 2013

México SA Pemex y su apetitoso pastel ¿No es rentable el negocio? ¿Quién pagará impuestos?

 
 
De nueva cuenta se escucha la cantaleta de que Petróleos Mexicanos dejó de ser rentable y ya no es negocio, de tal suerte que los privatizadores promueven la urgente modernización de la paraestatal mediante alianzas con el sector empresarial, porque sólo así se evitará la quiebra. No hay de otra, dicen a coro, mientras exigen a los mexicanos romper ataduras, acabar con el tabú, dejar a un lado los dogmas, ser más audaces y valientes, y destetar a las finanzas públicas del oro negro, entre otras emotivas peticiones. A cambio, prometen, vivirán como noruegos.

A Pemex se le pueden achacar innumerables ineficiencias, desviaciones y corruptelas, pero difícilmente alguien puede sostener que dejó de ser rentable, y justificar su privatización porque ya no es negocio. Más allá de sus directivos, el gran problema financiero de Petróleos Mexicanos sigue siendo la Secretaría de Hacienda, que no sólo se queda con todo el rendimiento de la paraestatal, sino que le exige un plus que debe cubrirse con endeudamiento.
Pemex es la caja grande del gobierno federal: no menos de una tercera parte del presupuesto de egresos de la federación se sustenta en el ingreso petrolero, y en los últimos años éste ha sido creciente, como resultado de los elevados precios internacionales. Año tras año, la paraestatal cubre el enorme agujero fiscal que abre el gran capital por las graciosas concesiones que en la materia le otorga la propia autoridad; de tal suerte, es impensable la privatización de Petróleos Mexicanos (que le otorgaría un trato impositivo igual al de las empresas privadas) sin antes amarrar una reforma fiscal real y de fondo que obligue a los golosos empresarios a pagar lo que les corresponde, y así mantener aceitado el presupuesto federal.
Si la reforma fiscal se limita –como todo apunta– a cobrar IVA a todos y en todo, dejando intocado al gran capital, las finanzas nacionales se irán a pique sin el voluminoso ingreso petrolero. La política privatizadora seguida a los largo de 30 años ha sido un rotundo fracaso para el país (no así para el gran capital), pues lo único que logró fue estancar la economía nacional, multiplicar la deuda social, dilapidar los recursos públicos y exentar fiscalmente al gran capital. Si en este contexto se suma la privatización de Pemex, entonces el caos está a la vuelta de la esquina.
El petróleo se mantiene como el principal sustento de las finanzas públicas, sin que Ejecutivo ni Legislativo haga el menor esfuerzo por dar un giro en materia de ingreso. Por ello, la mejor alianza que el gobierno federal puede hacer con el capital privado no es cederle el petróleo, sino obligarlo a cumplir con la responsabilidad fiscal que le corresponde, y en esto la Secretaría de Hacienda ya no puede fingir demencia. Otra reforma fiscal de juguete, de mentiritas y cargada a los de siempre, sólo servirá para calentar aún más el de por sí crispado ambiente social.
Pemex es una de las empresas públicas con mayores rendimientos en el mundo. Sus costos de producción (alrededor de seis dólares por barril) son extremadamente bajos en comparación con el precio de venta (cerca de 100 dólares por barril), de tal suerte que tiene suficiente capacidad para financiar sus proyectos de expansión. Sin duda puede lograr más, crecer más y hacer más (Peña Nieto dixit) con sus propios recursos; no necesita la ayuda ni las alianzas con el capital privado. Lo mejor es que éste cumpla con su parte, que la Secretaría de Hacienda no asfixie a la paraestatal y que ésta deje de endeudarse para atender las exigencias de la SHCP.
Una paraestatal que dejó de ser rentable y ya no es negocio difícilmente genera rendimientos (utilidades en el caso de una empresa privada) como los de Petróleos Mexicanos: alrededor de 6.5 billones de pesos durante los dos gobiernos panistas, para no ir más lejos. Ese monto equivale a cerca de 50 por ciento del producto interno bruto mexicanos a precios actuales. Entonces, no existe registro de que un consorcio que ya no es rentable obtenga rendimientos por 500 mil millones de dólares y un margen de ganancia por barril superior a mil 600 por ciento (la diferencia entre el costo de extracción y el precio de venta en el mercado internacional).
He allí a la paraestatal que ya no es negocio, lo que lleva a preguntar: ¿si no lo es, entonces cuál es el interés del capital privado de participar en algo que no es rentable? El problema se presenta cuando llega la Secretaría de Hacienda y arrasa: en esos dos sexenios, se quedó con todo el rendimiento, y exigió a Pemex un plus superior a 600 mil millones, que la petrolera obtuvo vía endeudamiento. Además, está la vergonzosa dilapidación que de esos dineros hicieron Vicente Fox y Felipe Calderón. Doce años de ingreso petrolero histórico, para que se lo gastaran en su fiesta.
En el sexenio foxista, y de acuerdo con sus cifras, Petróleos Mexicanos reportó rendimientos antes de impuestos por un total de 2 billones 427 mil millones de pesos. En ese periodo, la Secretaría de Hacienda se quedó con 2 billones 634 mil millones, es decir, todo el rendimiento, más 207 mil millones, por concepto de impuestos, derechos y aprovechamientos.
En tiempos de Fox, los rendimientos antes de impuestos registrados por Pemex se incrementaron 172 por ciento, al pasar de 230 mil millones en 2001 a 628 mil millones en 2006. ¿Dónde quedaron y en qué se aprovecharon? La Auditoría Superior de la Federación documentó que la mayoría de esos recursos se dilapidaron en gasto corriente, mientras la Secretaría de Hacienda emitía un decreto por medio del cual canceló multimillonarios adeudos fiscales de los grandes corporativos privados.
En ingresos petroleros a Felipe Calderón le fue mucho mejor, aunque no al país. Durante su estadía en Los Pinos, Pemex reportó rendimientos antes de impuestos por alrededor de 4 billones 100 mil millones de pesos, 170 por ciento más que en tiempos de Fox. Pero llegó Hacienda y se quedó con todo, más un plus cercano a 400 mil millones. El susodicho gastó más de 800 mil millones de pesos en su fracasada guerra, mientras en Hacienda emitían decretos para cancelar adeudos fiscales de los grandes corporativos. Pero aseguran que Pemex dejó de ser rentable y ya no es negocio.
Las rebanadas del pastel
Entonces, como en tantos otros casos, la modernización de Pemex no tiene mayor creatividad, pues la finalidad es simple: que la teta cambie de dueño.

Fuente La Jornada

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