martes, 4 de junio de 2013
El opaco Miguel Mancera
Álvaro Delgado
MÉXICO, D.F. (apro).- Los sexenios de Enrique Peña Nieto y Miguel Mancera tienen en común que corren paralelos, con una diferencia de apenas cinco días, y aunque son en teoría ideológicamente antagónicos, se parecen también en una anomalía: la mediocridad.
La semana pasada se mostraron aquí cifras oficiales del retroceso económico de México desde que Peña asumió el gobierno, el 1 de diciembre, cuya gestión no tendría ningún lustre de no ser por el Pacto por México y el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo, dos acciones espectaculares.
Pero Mancera, nombrado alcalde del mes por la fundación City Mayors, ni eso ha logrado en sus primeros seis meses de gobierno.
El único acontecimiento de impacto mediático en su administración es escandaloso: el levantón de 12 personas, incluidos menores de edad, en la Zona Rosa, que al cabo de una semana de ocurrido, a la luz de la mañana, se ha impuesto la vaguedad que parece desprecio por el origen de los desaparecidos que, en el lenguaje oficial, son simplemente “ausentes”.
De no ser por la consolidada política social, que de populista pasó a ser ejemplo nacional, aun con sus desviaciones, Mancera no tendría —como Peña— nada de qué jactarse.
Si bien el Distrito Federal tiene mejores números que todo el país —es la economía local más importante: representa 17.8% del PIB nacional, casi el doble que el del Estado de México y el triple de Jalisco, y su crecimiento es mayor—, acumula ya serios problemas que las administraciones de izquierda no han sido capaces de resolver, o han empeorado, en 15 años de gobierno.
El transporte público, incluida la extensa red del Metro y las líneas del Metrobús, observa una insuficiencia y deterioro ante la demanda, sobre todo los más de 22 mil microbuses que en su mayoría, 80%, es chatarra y cuyos choferes se han convertido en los personajes más odiados de la capital por su prepotencia.
La red de salud opera con deficiencias en el equipo y en el abasto de medicamentos, no necesariamente porque atiende a la población de otros estados; la educación que imparte el gobierno local, si bien acoge a una población juvenil rechazada por otras instituciones, no es tampoco un modelo, y la seguridad es peor de lo que las cifras oficiales indican, sobre todo por la estrategia de desalentar a las víctimas de presentar denuncia.
El mito del Distrito Federal como una ínsula de la violencia criminal que castiga a la mayor parte del país, incluidos los colindantes estados de México y Morelos, ha quedado también hecho añicos no sólo por la nebulosa desaparición del grupo de 12 jóvenes tepiteños, sino por una cadena de ejecuciones y balaceras aparentemente inconexa.
Mancera ganó la elección, el año pasado, con 63.56% de la votación, un porcentaje que es ya infrecuente en México, pero tras seis meses de gestión no ha logrado ser un jefe de gobierno distinto y distinguible, como sí lo fueron los tres que fueron electos antes que él.
El primero, Cuauhtémoc Cárdenas (de 1997 a 2000), apenas si hizo el esbozo de algo que, en realidad, tenía más el fin de catapultarlo a la candidatura presidencial que de implantar un proyecto diferente a los gobiernos priistas designados. En el 2000 le fue tan mal que quedó tercero.
Andrés López Obrador, que logró un apretado triunfo en 2000, marcó desde el inicio de su gestión un contraste con Vicente Fox, no sólo en cuanto a personalidades antagónicas, sino con un proyecto económico, político y sobre todo social que se mantiene vigente. Por el bien de todos, primero los pobres, ha sido más que un lema de campaña.
Cárdenas despreció el programa de adultos mayores y López Obrador, que se lo propuso, lo hizo el puntal de una red de programas sociales, que complementó con la creación de preparatorias en cada delegación y la Universidad de de Ciudad de México, la red hospitalaria, la obras viales gracias a su programa de austeridad y las coinversiones del gobierno con la iniciativa privada.
Marcelo Ebrard, que no desmanteló la política social de su predecesor, se diferenció de Felipe Calderón y del propio López Obrador con el impulso a derechos de minorías, que causaron escándalo en la derecha, pero se pareció más a Peña en el dispendio y en las obras concesionadas al sector privado que son de cuota.
Pero Mancera no se distingue por nada. Con el inmenso respaldo popular con que ganó, y por su parsimonia, se parece más a Fox, con cuya mujer, la corrupta Marta Sahagún, se retrató la semana pasada.
En el mejor de los casos, a Mancera se le define —todavía— como un enigma.
La fundación City Mayors asegura que Mancera ha sabido tomar lo hecho por López Obrador y Ebrard como una base sólida para comenzar a construir una ciudad que pueda competir de manera exitosa con otras metrópolis como Nueva York, Sao Paulo, Londres y Tokio.
Quizá en el extranjero aprecien lo que los capitalinos no alcanzamos a ver y, efectivamente, haya un presidenciable en potencia.
Por ahora Mancera no brilla…
Apuntes
Este miércoles 5 se cumplen también cuatro años del incendio de la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora, donde murieron 49 niños, en una tragedia cuyos culpables siguen impunes y hasta encumbrados. Uno de ellos, Juan Molinar Horcasitas, exdirector del IMSS, es el principal asesor de Gustavo Madero, presidente del PAN, y Javier Lozano, quien como secretario del Trabajo tenía el deber de supervisar la seguridad de la guardería, es senador. En las elecciones de ese año, un mes después de ese crimen, Sonora fue el único estado que el PAN ganó en medio de la debacle casi total. El triunfo de Guillermo Padrés, actual gobernador panista, fue sobre los cadáveres de los niños…
Fuente Proceso
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