domingo, 22 de septiembre de 2013
En Sinaloa, el coletazo
Ríodoce
El gobernador Mario López Valdez estaba feliz de que un ciclón se acercara a su estado. Era un envío de Dios, dijo. Más le preocupó invitar a los reporteros a un recorrido que alertar a su población del riesgo que tenían enfrente. Manuel tenía otros planes… El texto que presentamos –cortesía del semanario sinaloense Ríodoce, que lo difundirá en su próximo número–, muestra que al menos Malova no se equivocó en algo: el meteoro sirvió para evidenciar la estulticia y la corrupción.
CULIACÁN, SIN. (Proceso).- El paso del huracán Manuel –de categoría 1– por la región centro del estado fue devastador. Sus vientos y lluvia, esa fuerza galopante que mostró y arrolló todo a su paso, desnudó la vulnerabilidad de todas las comunidades que tocó, y también el delgado cristal de la supuesta fortaleza urbana. Eso incluyó lujosos fraccionamientos, nacidos de la corrupción.
El ciclón alcanzó a seis municipios, dejó tres personas muertas (entre ellas un menor), alrededor de 100 mil damnificados y cerca de 5 mil personas evacuadas de sus comunidades.
Datos de la Secretaría General de Gobierno señalan que fueron habilitados 11 albergues, pero la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) del gobierno federal instaló 62 en todo el estado.
Durante tres días, las clases se suspendieron en nueve de los 18 municipios y en todo el estado el miércoles, ante las intensas lluvias. La medida fue secundada por la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS).
Sin embargo, ninguna medida preventiva fue suficiente para evitar que el agua se desbordara y saliera, victoriosa, de los cauces de los ríos Humaya, Tamazula y Culiacán, en el caso de la capital sinaloense. Y el líquido llegó, lodoso y turbio, al parque Las Riveras, al Centro Cívico Constitución –donde murieron 12 animales–, a los malecones, establecimientos comerciales de la zona y a residencias del conjunto de fraccionamientos y negocios ubicados en la Isla Musala.
Allá, más abajo, en los asentamientos situados alrededor de los ríos, dentro y fuera de Culiacán, el saldo fue de números rojos. Lo poco que tenían los habitantes de estas zonas y de la costa de Navolato, Culiacán, Angostura y Mocorito se lo llevó el agua…
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1925 de la revista Proceso, ya en circulación.
Fuente Proceso
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