martes, 22 de enero de 2013

Peña Nieto y las mujeres -Por Lydia Cacho



En lo oscurito y con desdén Peña Nieto trata a las mujeres. Eso se ha documentado desde que se convirtió en gobernador del Estado de México.
No es casualidad, ni chisme de telenovela, es una realidad que a lo largo de su breve carrera pública ha dejado huellas claras de cómo ve y trata a las mujeres.
En entrevista no pudo recordar cómo o cuándo murió su esposa; más tarde intentó ocultar la existencia de otra mujer con la que tuvo un hijo.
Reiteradamente ha hecho patente cómo lleva ese desdén de lo privado a lo público. Cuando la senadora chiapaneca María Elena Orantes presentó su postulación para gobernadora de su estado, Peña le respondió: “tú no puedes ser candidata María Elena, eres mujer y eso te hace vulnerable. Ya tenemos un compromiso con el Partido Verde”.

Antes resonó a nivel nacional su rotunda negación de un grave problema de salud pública y justicia que aqueja a todo el país y del cual el Estado de México no es la excepción: el feminicidio.
Cuando el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio hizo un mapeo de las ciudades en que se debía decretar la Alerta de Violencia de Género (AVG), cuyo propósito es realizar acciones conjuntas del Estado y la sociedad para acotar la violencia contra mujeres y niñas, tanto antes como durante los focos rojos de aumento de agresiones, el entonces gobernador Peña eligió a Lorena Cruz Sánchez para boicotear  y evitar por todos los medios que la alerta se hiciera efectiva.
Lorena era entonces directora del Consejo Estatal de la Mujer y Bienestar Social en el Estado de México (Cemybs), y testigos presenciales contaron que durante la reunión privada en sus oficinas, antes de llegar al encuentro para solicitar la AVG, ella dijo: “No vamos a dejar que nada manche la imagen de nuestro presidenciable”. Como si la sangre de las mujeres y niñas fuese ficha de negociación, una mácula incómoda.
Hace unos días, en una reunión en lo oscurito, sin prensa y sin el protocolo que ameritan los nombramientos públicos, Peña entregó el puesto de presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) a Lorena Cruz Sánchez.
Dicen las fuentes al interior del PRI que Peña quería pagarle el favor, además la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, insistió que su “pupila” Lorena fuese la directora para que ella misma, desde la Sedesol, pudiera jalar los hilos del Inmujeres.
Peña quería que a toda costa fuese una priista y no una feminista de izquierda la que controlara al Inmujeres, que con los años se ha convertido en una importante instancia pública para promover y aplicar las políticas de igualdad entre mujeres y hombres en México.
Inmujeres tiene vínculos importantes con organismos como la ONU, y el papel que juega su presidenta es vital para México y sus políticas de igualdad. Lorena Cruz carece de credenciales y conocimientos para seguir fortaleciendo esta institución que en otros países tiene el rango de secretaría de Estado.
Y quien crea que el Inmujeres es cosa menor o coto de feministas, se equivoca. No hay organismo internacional de derechos humanos ni democracia avanzada que no tenga entre sus prioridades la educación por la igualdad, y la aplicación de criterios de equidad de género en el servicio público y la justicia.
El nombramiento de Cruz es una afrenta para el país porque para ella los derechos de las mujeres son negociables. Denota la gran ignorancia de Peña sobre la importancia que tendrá el debate de equidad de género en la arena internacional en los próximos seis años, porque atraviesa todo: asuntos migratorios, de salud pública, de justicia, de trata de personas,hasta las calificaciones del BID.
Lo cierto es que la mirada de las organizaciones y los medios deberá fijarse en el Inmujeres. Expertas y expertos del organismo no sienten respeto por Cruz Sánchez y desde ya aseguran que ni siquiera entiende las premisas básicas del instituto.
Insisto en que Peña revela un desdén por la violencia hacia las mujeres, porque resulta imposible que quiera que Rosario Robles (la política feminista que se vende al mejor postor), tenga poder sobre dos instancias claves para el país: desarrollo social  e igualdad.
Tampoco hace sentido el argumento de que quería a una priista y es “lo que halló”. Allí tiene a dos magníficas mujeres del tricolor expertas en género, profesionales y honestas, Dulce María Sauri y  Lucero Saldaña, las dos con credenciales para hacer un buen papel que beneficiaría al país y al gobierno. Por eso pregunto: ¿qué miedo tiene Peña a las mujeres empoderadas?
(Cimacnoticias)

Fuente Revista Emeequis

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