A la luz, violaciones a la normativa interna del instituto y diferencias en el costo.
Alonso Urrutia
México, DF. La
adquisición de un edificio en Acoxpa, por el Instituto Federal
Electoral (IFE) involucró un conjunto de violaciones a la normativa
interna del organismo, con independencia de las diferencias en el
costo del inmueble derivadas de la existencia de al menos dos
avalúos.
El ex director ejecutivo
de administración del instituto, Fernando Santos, incurrió en
varias acciones que impactaron en el costo y en pagos indebidos, los
más de los cuales fueron ignorados por los consejeros al momento de
rechazar la sanción.
En el expediente
entregado por la Contraloría a los consejeros electorales se incluye
un oficio del director de Recursos Materiales y Servicios, Gustavo
Orozco (sujeto a investigación en expediente paralelo), dirigido a
Santos, donde alude a la antigüedad del edificio, que es de 40 años.
Tampoco existe
explicación de las obras de remodelación que, según los
consejeros, se hicieron para ‘‘reducir’’ esa antigüedad tres
años; la normativa impide adquirir inmuebles de más de 30 años.
En el intercambio de
oficios, Orozco se dirige a Sergio Samaniego, del Instituto de
Administración y Avalúos de Inmuebles, y señala: ‘‘Por
necesidades de operación del Instituto Federal Electoral, hemos
tomado en arrendamiento los cinco pisos restantes del inmueble de
referencia, lo que motivó que el propietario del inmueble realizara
una inversión bastante considerable para adecuarlo a nuestros
requerimientos.
‘‘Se adjunta la
relación en la que se señalan los montos que el propietario ha
invertido en los trabajos de acondicionamiento con base en nuestras
necesidades (...) solicito su apoyo e intervención a fin de que se
reconsidere el importe dictaminado que, derivado del avalúo, resultó
de 118,005,900 pesos’’. (Se infiere que la cifra es de 118
millones 5 mil 900 pesos).
La relación revela
elevados costos de lo que presuntamente invirtió el propietario,
entre ellos: 17 millones de pesos para aire acondicionado; 4.9
millones para escaleras de emergencia de metal; 17 millones para
fachadas del edificio color aluminio metal; 2 millones en la
remodelación de siete baños; un millón en puertas metálicas en
escaleras de emergencia; 10 millones en colocación de contactos
normales y de iluminación; 9.7 millones en plafones de 61 por 61
centímetros en los ocho pisos y área comercial, entre otros
conceptos de una larga lista de cantidades que llegan a sumar 111
millones de pesos, que se liquidarían con cargo al IFE tras el nuevo
avalúo.
Para liquidarlo, Santos
alentó la cancelación del segundo avalúo, elaborado por el
Instituto de Administración y Avalúos, luego de que éste consideró
improcedente reconsiderar el primero. El 7 de julio de 2009, Orozco
remitió un oficio a Samaniego, donde solicitó ‘‘la cancelación
del avalúo correspondiente en virtud de que a la fecha no hemos
tenido respuesta’’.
De acuerdo con los
consejeros, ya habían pasado 90 días de la petición, cuando había
un acuerdo de entrega de 25 días. Con 72 horas de diferencia, el
Instituto de Administración respondió que el nuevo avalúo –con
obras de remodelación incluidas– estaba concluido y arrojaba 125
millones de pesos, a pesar del cuantioso reporte de trabajos
entregado por Orozco, es decir, sólo 7 millones más.
El IFE no conoció esta
opción y fue por un tercer avalúo, que tardó cuatro meses más.
Participaron para obtenerlo Bancomer, Banamex, Banjército, Banobras
e Inbursa. El 21 de octubre de 2009, un oficio de la directora
jurídica del instituto, Rosa María Cano, recomendó:
‘‘Se observa que la
opción correspondiente a Bancomer presenta la ventaja de ser la
única institución bancaria privada que ha realizado arrendamientos
financieros con instituciones públicas’’. Santos haría caso
omiso y optó por Banobras, que reportó 262 millones de pesos,
aunque el inmueble se adquirió en 225 millones.
Sin embargo, Santos no
sólo incurrió en esta cadena de acciones que dispararon el costo
del inmueble; su inexperiencia en pago de impuestos implicó que el
IFE erogara casi 12 millones de pesos por impuesto sobre adquisición
de inmuebles (del que las instituciones públicas están exentas).
Asimismo, el funcionario
asumió el pago de casi 5 millones de pesos en impuesto predial, que
operó en readecuación de partidas del IFE, porque al momento del
pago había insuficiencia presupuestal.
Finalmente, conoció de
la improcedencia de la reconsideración del avalúo que el instituto
solicitó, en detrimento de su propio patrimonio, y alentó la compra
en esas condiciones.
Fuente La Jornada
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