martes, 16 de abril de 2013

Astillero: Voto por voto Ironías electorales

Julio Hernández López

Lo reñido del desenlace electoral venezolano trajo a la memoria lo sucedido en México en 2006. El ganador oficial en el país sudamericano tuvo una diferencia de 1.5 puntos porcentuales sobre su adversario (235 mil votos), mientras casi siete años atrás Felipe Calderón era declarado triunfador por medio punto porcentual (con casi 234 mil sufragios de diferencia oficial). En Caracas, Henrique Capriles desconocía los resultados emitidos por el Consejo Nacional Electoral, llamaba a un recuento voto por voto y caja por caja (así llaman allá a lo que en México denominamos casillas), convocaba a cacerolazos de protesta y declaraba ilegítimo y espurio a Nicolás Maduro.
A diferencia de lo sucedido en México, Maduro se manifestó de inmediato a favor de un recuento de los votos emitidos y dijo no tener miedo a ese escrutinio. Pero la postura del chavista se circunscribe a lo que ordena la ley, respecto de auditar un poco más de la mitad de los votos emitidos, en tanto que Capriles propone una revisión absoluta, de ciento por ciento. Ese litigio ha sido avasallado en términos de realismo político con la proclamación por parte del citado consejo electoral de que Maduro es el presidente de Venezuela por los próximos seis años, lo que reduce el tema del recuento a una condición que probablemente tendrá consecuencias imprácticas.

El forcejeo sudamericano entre dos mitades cada vez más nítidamente confrontadas permitió a las derechas continentales retomar la bandera del recuento de voto por voto en situaciones de reducida diferencia a favor del triunfador y del respeto y consideración que debe darse a quien tan cerca habría estado de haber obtenido el dictamen oficial de ganador. En el caso mexicano han resultado risibles tales argumentaciones provenientes de quienes en 2006 desarrollaron una campaña de linchamiento civil contra quienes dudaban de una diferencia ínfima, de medio punto porcentual (casi tres veces menos que la obtenida por Maduro), y exigían el famoso voto por voto, casilla por casilla que intelectuales, comentaristas y periodistas alineados al poder consideraban casi una traición a la patria. Tampoco se tomó en cuenta, más que para una sostenida campaña de difamación, virtual acribillamiento político, a la mitad de ciudadanos votantes que según las cifras oficiales se habían quedado a medio punto del triunfo.
En Boston, mientras plácidamente veía el desarrollo del maratón, el becario tolerado de Harvard, Felipe Calderón Hinojosa, enviaba optimistas mensajes de felicitación por Twitter a los corredores mexicanos que en esa carrera participaban, antes de que dos estallidos cerca de la línea de meta provocaran cuando menos tres muertes y varios heridos. El Héroe del 0.56 por ciento hizo saber posteriormente que sin duda se había registrado allí un atentado, en tanto Barack Obama pedía que se evitaran las especulaciones mientras no se contara con elementos en firme sobre lo que había sucedido.
El golpe de terror causado en Boston mediante esas explosiones gemelas, por las causas que se habrán de determinar (en México hubo un estallido en un edificio central de Pemex que las autoridades tranquilamente adjudicaron a una acumulación de gases, sin especificar hasta la fecha nada más), colocó también en la zona de las especulaciones tanto el origen como las consecuencias prácticas de ese hecho. En un contexto internacional prebélico relacionado con Corea del Norte pero también con Irán, con la mira puesta en Venezuela, donde la insurrección derechista posterior a lo electoral podría ahorrarle a Estados Unidos la ejecución de un golpe directo y con una parte del conservadurismo gringo preocupado por la posibilidad de reformas migratorias con dedicatoria a lo mexicano, todo hecho violento, con evidentes visos de terrorismo, puede servir para propósitos políticos de élites necesitadas de acelerar definiciones y acciones.
Ya se verá si lo sucedido ayer (hubo un tercer estallido, en una biblioteca del mismo Boston) es solamente un episodio más de la descomposición social que se vive en el vecino país, sobre todo entre jóvenes dispuestos a la práctica de exterminios masivos, y entre patrioteros ansiosos de imponer el orden gringo en cualquier parte del mundo que a sus ojos esté perdiendo libertad o sea un peligro. O si, más allá del origen de esas explosiones, hay consecuencias políticas correspondientes a estrategias distantes del plano doméstico estadunidense.
A casi cuatro años y medio de haber sido detenido bajo la acusación de servir al cártel de los Beltrán Leyva desde importantes cargos en la procuraduría federal de justicia, sobre todo en la subprocuraduría especializada en asuntos de delincuencia organizada (Siedo), de la que fue titular, Noe Ramírez Mandujano está en vías de obtener su libertad plena. Según el juez que revisó el caso, no hubo pruebas fidedignas de que el ex funcionario hubiera recibido pagos de un bando del narcotráfico, e incluso las indagaciones apuntan a que hubo testimonios falsos y fabricación de presuntas pruebas.
Ramírez Mandujano fue pieza importante de la maquinaria foxista y calderonista de confrontación con el narcotráfico (fue el responsable de operaciones internacionales como la que llevó a crisis diplomática a México y Venezuela, acusada esta nación de ser una vía de tráfico de droga sudamericana a nuestro país). Hasta que en julio de 2008 le hicieron renunciar a su cargo y en noviembre del mismo año fue aprehendido y consignado por los presuntos delitos de los que ahora ha quedado absuelto.
Reacomodos (¿una lenta estrategia de reconducción del narcotráfico, reduciendo niveles de agravios entre bandos, tratando de volver a los entendimientos propios de la pax priísta?), amagos (¿quién fabricó desde las alturas esas pruebas y testimonios falsos? ¿se le castigará?) y evidencias crecientes del uso faccioso de los mecanismos judiciales conforme a los intereses sexenales, ayer como hoy, a veces para inculpar y otras para exonerar. ¡Hasta mañana!

Fuente La Jornada

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