lunes, 3 de junio de 2013
Un gobierno de simulación
Javier Sicilia
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Una de las características de la administración de Enrique Peña Nieto en relación con la de Calderón es que en el orden de la justicia y la seguridad cambió el discurso: reconoció la deuda del Estado con las víctimas, publicó la Ley General de Víctimas, inició un programa de reconstrucción del tejido social y un programa de atención a los derechos humanos. Pero, en el orden de la realidad, todo sigue igual que en el periodo calderonista.
Por un lado, la guerra continúa: Hay más de 8 mil asesinados en los seis meses que van de su sexenio; no tenemos datos claros del número de desapariciones, secuestros y extorsiones que día con día suceden, y la ciudadanía sigue en estado de indefensión. Por otro, la justicia es mínima: Pocos criminales han sido detenidos y procesados en relación con los 60 mil muertos y los más de 8 mil de este sexenio; no tenemos una memoria clara de las víctimas, y la mayor parte de los desaparecidos que reporta la Segob, de una lista imprecisa, siguen sin aparecer.
La administración de Peña Nieto y la clase política en general no han asumido con toda responsabilidad la tragedia humanitaria que tiene al país sumido en el horror. Ha tratado el asunto como un problema político más que se resuelve con retórica y parches, y no como lo que en realidad es: una emergencia nacional que exige emplear la mayor parte de los recursos del Estado para sanarla. En este sentido, no ha hecho una plataforma de víctimas para saber quiénes y cuántos son y qué les sucedió; no ha dotado a las procuradurías de laboratorios de ADN; no ha tipificado el delito de desaparición; no ha creado los suficientes protocolos para la búsqueda de desaparecidos ni ha traído ni formado los antropólogos forenses necesarios para su búsqueda –tenemos sólo 28, cuando hacen falta más de 500–. No ha hecho descender el asesinato, el secuestro, la trata ni la extorsión.
Lejos de ello, y de manera semejante a como el gobierno de Calderón lo hizo, criminalizando a las víctimas y sumiéndolas en la fosa común de las estadísticas, la administración de Peña Nieto ha tratado de cambiar la percepción borrando, en el discurso mediático, la dimensión de esta tragedia.
Una estrategia así es tan peligrosa y criminal como la del propio Calderón. Deja a la ciudadanía en una grave indefensión psicológica y física, sin las reacciones de defensa necesarias frente al peligro, y la vuelve cómplice del crimen. La Alemania nazi, por otras razones, lo hizo también. “Logró –dice Ian Kershaw– transformar las percepciones sobre la realidad, pero no la realidad misma”. Detrás de la percepción, la realidad, como sucede en México, fue la indefensión de muchos, la complicidad de otros por indiferencia, la impunidad, la injusticia y el horror.
Fragmento del análisis que se publica en la edición 1909 de la revista Proceso, ya en circulación.
Fuente Proceso
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