jueves, 15 de agosto de 2013

Caro Quintero y el silencio cómplice de García Ramírez



Jorge Carrasco Araizaga

MÉXICO, D.F. (Apro).- Sergio García Ramírez era el Procurador General de la República en 1985 cuando se desató el caso Camarena, la herida del gobierno de Estados Unidos que se reabrió con la liberación de Rafael Caro Quintero, uno de los jefes del desaparecido Cártel de Guadalajara.
Por su cargo, fue el responsable de las investigaciones del secuestro, tortura y asesinato del agente de la Administración Federal Antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés) a manos de ese cártel, según la acusación de Estados Unidos.
Delegó la investigación en Manuel Ibarra, el director de la Policía Judicial Federal (PJF), antecesora de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), hoy Policía Federal Ministerial (PFM).

De acuerdo a la justicia estadunidense, y con el consentimiento o no de García Ramírez, Ibarra hizo todo lo posible para obstruir las detenciones de quienes planearon el secuestro y quienes lo operaron.
Entre los primeros se acusó a Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo –tío del fundador del Cártel de Juárez, Amado Carrillo, y Miguel Ángel Félix Gallardo, tío de los hermanos Arellano Félix, del Cártel de Tijuana.
De los autores materiales, el gobierno estadunidense implicó a agentes de la PJF y de la también ya desaparecida Dirección Federal de Seguridad (DFS), que dependía de la secretaría de Gobernación, a cargo entonces de Manuel Bartlett Díaz, hoy senador por el Partido del Trabajo.
LA DFS desapareció en mayo de ese mismo año en medio del escándalo por su participación en el asesinato del periodista Manuel Buendía. Su director, José Antonio Zorrilla Pérez, fue encarcelado, mientras que los principales agentes de la policía secreta del régimen del PRI se dispersaron y varios de ellos quedaron del lado del narcotráfico.
García Ramírez no sólo se quedó al frente de la PGR, sino que tres años después, al igual que Bartlett, fue aspirante a la presidencia de la República para suceder a Miguel de la Madrid, fallecido el año pasado.
Jurista destacado, se refugió en la academia y en la burocracia internacional, aunque no dejó de servirle al PRI.
En 1997 fue designado juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la que llegó a presidir en 2004 durante cuatro años. Salió de ese cargo internacional en 2010.
En el ínter, fue secretario general del PRI entre 2000 y 2001, por lo que fue protagonista de la derrota de su partido ante Vicente Fox en las elecciones presidenciales del 2000. Una década después, entre diciembre de 2011 y febrero de este año fue consejero del Instituto Federal Electoral (IFE), donde hizo otro papelón. Su breve paso como consejero sólo fue para avalar la verdad legal de que Peña Nieto no gastó más de lo debido en su campaña presidencial, que no hubo ninguna ilegalidad y mucho menos lavado de dinero.
Cumplido su servicio, se concentró de nuevo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, donde es uno de sus integrantes destacados.
Pero ni su discurso experto de juez internacional ni mucho menos el de promotor del estado de derecho y por ende de los derechos humanos coinciden con su actuación como político y funcionario público.
Está negado a hablar de lo que pasó en el caso Camarena a pesar de que ese capítulo representó uno de los peores momentos para México por las presiones del gobierno y los medios estadunidenses, que se dedicaron a denigrar la imagen de México.
Sin faltarle razón, García Ramírez fue un fuerte crítico de la política entreguista de Felipe Calderón a los estadunidenses en materia de narcotráfico, pero no se atreve a aclarar lo que pasó en 1985 cuando él era clave en la relación bilateral en ese tema.
No quiere salir al paso para explicar la actuación de su jefe de policía. Lo menos que se puede decir es que no tenía control sobre él. De otra manera, él mismo estaría implicado en la protección gubernamental a los narcotraficantes acusados por Estados Unidos.
Ni siquiera como jurista ahora se atreve a pronunciarse sobre la resolución judicial que dejó en libertad a Caro Quintero el pasado 9 de agosto después de 28 años de cárcel. Ahora la PGR –esa misma que él encabezó– quiere controvertir ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación por considerar que hay un problema constitucional, otra de las áreas de interés de García Ramírez.
Pero el fallo del Segundo Tribunal Unitario con sede en Jalisco que favoreció al exnarcotraficante es un asunto eminentemente penal, una de las áreas que más ha trabajado quien ahora está llamado a responder y a contar la versión mexicana del caso Camarena.
Pero no quiere decir nada. El silencio es su respuesta, refugiado en la opacidad y la ausencia de rendición de cuentas, ésa que tanto pregona en sus discursos e investigaciones a favor de la democracia.

Fuente Proceso

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