sábado, 31 de agosto de 2013

Los nueve rounds perdidos de Peña Nieto



Juan Carlos Ortega Prado

MÉXICO, D.F. (apro).- El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto no tiene ánimo de festejar. Este 1 de septiembre cumplirá nueve meses, y en ese tiempo ha afrontado igual número de descalabros: escándalos que se contradicen frontalmente con las promesas que lo llevaron a la Presidencia.
Durante su campaña (tres meses oficiales, pero seis años en realidad), Peña Nieto se concentró en dos ofrecimientos: la economía iba a reactivarse y la violencia terminaría, merced al cambio en la estrategia belicista instaurada por su predecesor, el panista Felipe Calderón. Mientras Peña Nieto multiplicaba sus ofertas al respecto, buena parte de la sociedad civil le exigía que, además, erradicara la característica corrupción de su partido: el PRI.

Hoy, los mayores fracasos de la administración peñista se relacionan, justamente, con esas tres vertientes.
Corrupción onmipresente
A finales de 2011, cuando ni siquiera habían comenzado las campañas rumbo a la Presidencia, el periódico Reforma dio a conocer que el entonces dirigente nacional del PRI, Humberto Moreira, había autorizado un megaendeudamiento entre 2005 y 2011, cuando gobernaba Coahuila. El caso incluía la falsificación de documentos y no había claridad en el destino del dinero: unos 33 mil 100 millones de pesos. El escándalo provocó la renuncia de Moreira, declarado inocente pese a que la ilegalidad sí se confirmó.
Otro caso ocurrió en abril pasado, cuando Peña ya gobernaba. La joven Andrea Benítez —hija del defensor del consumidor, Humberto Benítez— ordenó cerrar un restaurante de la Ciudad de México porque no le dieron la mesa que quería. Los empleados de su padre tardaron dos horas en cumplir la encomienda. Sin embargo, los comensales grabaron y difundieron la iniquidad en las redes sociales. Humberto Benítez dejó el cargo, aunque siempre mantuvo que no supo lo que estaba pasando. El caso le costó el trabajo a otros siete funcionarios.
En mayo pasado fue Andrés Granier, exgobernador de Tabasco, quien ensució el nombre del PRI. Se difundió una llamada telefónica en la que presumía tener 400 pares de zapatos, 400 pantalones, 300 trajes y mil camisas. Días después, el político —que se encontraba en Estados Unidos— se defendió argumentando que estaba muy borracho y que sólo fanfarroneó en esa llamada. Al regresar a México fue detenido por desviar casi mil millones de pesos. Sin embargo, en Tabasco todavía le esperan una investigación por contratar irregularmente 23 mil millones de pesos en deuda y otra por fraude fiscal.
El peor golpe, sin embargo, ocurrió de cara a las elecciones locales de 2013, en las que se renovaron una gubernatura, 14 congresos estatales y decenas de alcaldías. Una serie de telefonemas evidenció que se estaban desviando recursos federales para los candidatos priistas en el estado de Veracruz. Resultaban implicados los polémicos Javier Duarte (gobernador priista) y Rosario Robles, titular de la Secretaría de Desarrollo Social. El caso puso al borde del colapso la mayor apuesta legislativa de Peña Nieto: el Pacto por México. Tanto el PAN como el PRD amenazaron con abandonar el acuerdo. El caso no se ha resuelto ni aclarado.
Elecciones de Baja California
Las elecciones locales de 2013 fueron el primer examen de aceptación para Peña Nieto y el PRI. El premio mayor era la gubernatura de Baja California.
Esa entidad es la primera que gobernó la oposición, gracias a un pacto (“concertacesión”) entre el gobierno federal de Carlos Salinas (PRI, 1988-1994) y el PAN. Así que desde 1989 Baja California ha sido gobernada por la derecha.
Para estos comicios, el PRI eligió a Fernando Castro Trenti como su candidato. Él no es del grupo de Peña Nieto, sino de su rival Manlio Fabio Beltrones. Y el candidato perdió. De este modo, el PRI se quedó sin el único puesto de gran calado que se disputaba en la jornada electoral.
Producto de eso, el PRI se fisuró. Había priistas que aplaudían la derrota, asegurando que era un obsequio para el PAN, que garantizaría el Pacto por México. Y había beltronistas que, sotto voce, se quejaban del nulo apoyo que Peña había ofrecido a su candidato.
Reformas entrampadas
Si de algo presume el PRI es de saber gobernar. En las presidenciales, millones de mexicanos votaron a esa baza, hartos de la incompetencia del PAN. Pero la gestión peñista no ha sido lo efectiva que prometió.
Hasta el momento se han aprobado modificaciones al mercado laboral, a la educación y a las telecomunicaciones.
No obstante, los propios empresarios ya admitieron que los cambios en la contratación no han dado resultados. En la reforma de telecomunicaciones se avaló una inmensa participación de extranjeros en un sector estratégico, lo que desató una oleada de críticas. La reforma educativa es un capítulo aparte…
El próximo reto de Peña es la reforma energética, que se presentó el lunes 12 de agosto. Se espera que ésta sea la madre de todas las batallas.
Peña Nieto desató la oposición a este proyecto cuando decidió difundirlo durante una gira en Gran Bretaña. Ahí anunció que buscaría ampliar el capital privado en Petróleos Mexicanos (Pemex), la empresa más importante del país. El rechazo provenía tanto del modo en que realizó el anuncio como del cambio propuesto, en sí.
De paso, la propuesta revivió políticamente tanto a Andrés Manuel López Obrador (rival de Peña Nieto en las presidenciales, y quien busca fundar el partido político más a la izquierda del abanico mexicano) como a Marcelo Ebrard (el primero en exigir al presidente un debate al respecto) y a Cuauhtémoc Cárdenas (que se alió con el PRD para presentar una propuesta que no implica cambios constitucionales).
Una bravuconada del líder nacional priista, César Camacho, empeoró las cosas. En una reunión con legisladores aseguró que el PRI estaba listo para “salir a las calles” y “hacer valer” la voz del PRI en el debate… antes incluso de que se presentara la iniciativa de reforma. Dijo que el PRI era institucional, pero que estaba dispuesto a emplear otras vías para difundir su postura. El gobierno tuvo que posponer una vez la presentación de su reforma por la inmensa polémica que implicó. Y mandarle mensajes a Camacho para que se tranquilizara.
La economía, en retroceso
Todos los indicadores se contraen en México. El pronóstico de crecimiento para 2013 ha sido “revisado a la baja” tres veces en lo que va del año. De 4% va en 1.87% (aunque hay analistas que calculan sólo 0.5%). La creación de empleos se ha estacionado y la informalidad va al alza: Más de 60% de los mexicanos en edad de trabajar desempeña una labor sin ninguna regulación ni derecho. Las exportaciones han caído, la balanza comercial se ha desequilibrado, la producción no avanza, la inflación sí. La inversión extranjera palidece ante la brasileña, argentina o chilena. La cantidad de pobres llegó a 66.4 millones de mexicanos (el país tiene 117 millones de habitantes). En tanto, la “clase alta” del país está conformada por 340 mil personas.
Espionaje de Estados Unidos
Después de que Edward Snowden revelara los programas de espionaje de Estados Unidos, el diario brasileño O Globo dio a conocer que Brasil, Colombia y México eran hondamente fisgados por la Unión Americana. No sólo en lo que a seguridad se refiere, sino sobre todo en sus aspectos económicos. De México interesaba, ni más ni menos, el rubro energético.
En cuanto la información se difundió, Brasilia y Bogotá protestaron airadamente y emprendieron acciones de repudio ante dicha política. Buenos Aires y Lima se sumaron a la indignación. El gobierno mexicano, sin embargo, calló lo más que pudo. Sólo pidió más datos al respecto y anunció una investigación, cuyo avance a la fecha se ignora.
Raúl Salinas
Es el “hermano incómodo” del expresidente Carlos Salinas (presunto padrino político de Peña Nieto). A Raúl Salinas se le encontraron pasaportes falsos, más de 200 cuentas bancarias en el extranjero; ingresos que nunca reportó, una fortuna que en sus diez años de funcionario público aumentó 340 veces.
En un primer momento se le halló culpable del asesinato del prominente priista José Francisco Ruiz Massieu; el propio Raúl acusó a su hermano de desvío de recursos… y con todo eso, el pasado 19 de julio logró que lo absolvieran de las acusaciones que restaban y le descongelaran sus cuentas.
Caos en Michoacán
La guerra contra el narcotráfico desatada por Felipe Calderón se inició en Michoacán, un estado que se disputan cinco cárteles de la droga. Peña Nieto, que rechazó la guerra en su conjunto, tenía un reto real y simbólico en esta entidad.
Sin embargo, no pudo contener la violencia. Al contrario. Entre otros problemas se multiplicaron las “guardias comunitarias” o “grupos de autodefensa”: civiles que se pertrechan para combatir el crimen ante el Estado rebasado. Algo más grave: estos grupos suelen lindar con el paramilitarismo o son satélites de los propios criminales. Ante esto, los tiroteos menudearon: en sólo dos días hubo siete enfrentamientos. Se multiplicaron los secuestros de militares por parte de las guardias. Durante semanas, el gobierno federal se negó a reconocer la gravedad de lo ocurrido. Cuando lo admitió, lo que hizo fue atestar la zona de soldados y marinos… justo lo que había repudiado.
Un hecho paralelo: un grupo de autodefensa acusó al gobernador interino de Michoacán, Jesús Reyna (PRI), de estar relacionado con el narcotráfico. Denunció que Reyna había asistido al funeral del padre del líder de ese cártel. Hasta la fecha, el gobierno no ha documentado dónde estuvo el gobernador el día de marras. Sólo dio a conocer que quien los había acusado tenía antecedentes penales. La administración de Peña Nieto tampoco ha dicho una palabra.
Liberación de Caro Quintero
En un país atascado de narcotraficantes (medio millón de personas, de acuerdo con estimaciones del sexenio pasado), el nombre de Rafael Caro Quintero representa la quintaesencia de este concepto. Fundador del Cártel de Guadalajara (del que se derivó casi la totalidad de las actuales bandas) llegó a tener 3 mil sembradores de mariguana en un solo rancho. Ahí, en la hacienda El Búfalo, se le incautó droga valuada en 8 mil millones de dólares (de los de 1984). Se le acusó también de haber asesinado en México a un integrante de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés). La presión de la Unión Americana logró su detención en 1985, en Costa Rica.
No obstante, el pasado 9 de agosto fue liberado, de madrugada, con todo el sigilo posible. Un juez determinó que cuatro de las cinco causas por las que se le juzgó —incluido el asesinato del estadunidense— estaban mal planteadas, y ordenó su inmediata libertad. (El castigo por la investigación bien planteada ya había sido cumplido.)
El gobierno de Peña, que presume las instituciones que ha creado el PRI, fue golpeado con dureza por este hecho. Evidenció las carencias del sistema que defiende. La Procuraduría General de la República informó que se inconformaría contra la decisión, pero no se ha reaprehendido al capo. Contraponer ese caso con la situación actual resultó ser un espejo de lo que no ha cambiado en México: corrupción, injusticia, ineptitud.
Caos magisterial
A la reforma constitucional en materia educativa le faltaba la cereza para entrar en vigor: modificar tres leyes reglamentarias que harían operativos los cambios. Sin embargo, el PRI decidió presentar propuestas que contravenían acuerdos hechos con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y con el PRD (Proceso 1920).
En respuesta, el gremio decidió paralizar la ciudad, bloqueando —entre otras vías— el acceso al aeropuerto más importante del país. Lo más grave, sin embargo, fue que vapuleó a los tres poderes de la Unión: sitió las sedes del Senado y de la Cámara de Diputados, cercó instalaciones del Poder Judicial y mostró la impericia del gobierno federal, que no pudo ni aprobar todos sus dictámenes ni destrabar el conflicto.
Ante esto, los congresistas cedieron ante las pretensiones de la CNTE y descartaron debatir la ley reglamentaria más polémica.
El equipo de Peña Nieto, en tanto, divulgó que el Presidente daría su primer informe de gobierno en el Campo Militar Número 1. Ante la indignación, Peña Nieto salió a decir que aún no había tomado una decisión del respecto. Al final será un informe para sí mismo: lo dará en Los Pinos.

Fuente Proceso

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