jueves, 1 de agosto de 2013
STC Metro: Hacia un órgano federal autónomo
Ernesto Villanueva
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- El conflicto en el STC Metro por la corrupción e impunidad del gobierno del Distrito Federal y el sindicato titular del contrato colectivo de trabajo se ha traducido en un desencuentro que ha escalado a una guerra de alta intensidad a golpe de desplegados.
El STC Metro ha puesto en marcha toda una campaña de desprestigio contra el líder sindical Espino y sus artes de corrupción que ha desplegado en el sistema. Esa es parte de la verdad, pero hay más que eso. Es importante decir que las cosas no son en blanco y negro, una justa entre “buenos” y “malos”, sino de “malos contra “malos” dejando al usuario como rehén de un diferendo por posiciones, privilegios y contratos en donde todos quieren tener lo suyo, donde lo que menos importa es el interés de los ciudadanos. Veamos por qué afirmo lo anterior.
Primero. Ni duda cabe que el líder sindical Espino es impresentable y ya se ha puesto al descubierto parte de sus negocios aprovechando el cargo en perjuicio de la inmensa mayoría de los trabajadores. Su contraparte, empero, no es impoluta, como se quiere hacer creer. ¿Se imagina alguien a Joel Ortega, el director del STC Metro y sus allegados como personajes con una túnica blanca, que no tocan el suelo para no contaminarse y su misión es el bien y la justicia? Nada más alejado de ello. Ortega ha solicitado a la Contraloría del gobierno del Distrito Federal- que es parte orgánica del propio gobierno- que “investigue” los perfiles de los recomendados de Espino. Nada ha hecho, empero, para que aprovechando el viaje se revise el perfil de todos quienes cobran en el STC Metro. No hay un ánimo de transparencia, sino de ajuste de cuentas entre mafias por ver quién se queda con quién. Se acusa a Espino de tener a su hijo como proveedor de los servicios de los comedores de los trabajadores, pero no se dice nada de las “licitaciones” – esa palabra llena de simulación- que ha ganado CEREL y ESCOR que son cercanas a Ortega, quienes casualmente en la SSPDF cuando Ortega estaba al frente también eran proveedores de alimentos. Se menciona a los familiares de Espino, pero se calla con los de Ortega, como Gabriela Peña Cuevas que ha subido de nivel como por arte de magia sin examen de por medio. Como se puede advertir ninguna de las partes en conflicto está libre de pecado.
Segundo. Se engaña a la sociedad al decir que el STC Metro es el “más barato” del mundo. Falacia completa. Hay que recordar que lo que sucede en el STC Metro lo subsidia la sociedad entera a través de sus impuestos, de los ingresos petroleros y de los empréstitos internacionales, de suerte que el precio de 3 pesos no refleja el costo del servicio del STC Metro. ¿Por qué en otros países cuesta más? porque no hay partidas presupuestales para subsidiar el costo y todo lo paga directamente el usuario. De esta suerte, el aumento del precio del boleto del Metro es una cortina de humo para intentar justificar que el problema de sus deplorables instalaciones se da por falta de dinero, cuando la verdad es que se trata simple y llanamente de corrupción donde contratistas, autoridades, sindicato y contraloría constituyen un engranaje que privatiza los recursos públicos para su provecho personal como ya lo he señalado en las páginas de Proceso con pruebas puntuales.
Tercero. Lo que de verdad importa es que se garantice la seguridad de los usuarios del STC Metro que hoy se ha relegado por las pugnas internas. Los transformadores del conjunto “Delicias” que nutren de energía al servicio del STC Metro son viejos y no hay refacciones. Nadie ha explicado por qué no se ha procedido a su reemplazo. Tampoco hay noticias de la corrupción en la compra de los monitores de vigilancia del STC Metro a precios exorbitantes.
Nadie ha dicho nada de por qué no hay agua en las cisternas para incendios ni por qué en la línea 7 los ductos que se supone deberían bajar el agua de las pipas de los bomberos no funcionan. Lo mismo pasa con la falta de un sistema de radiocomunicación dentro del STC Metro. Y así se podría seguir enumerando un largo etcétera. La solución a todo lo anterior pasa por una cirugía mayor al STC Metro que se trata no de un medio de transporte solamente, sino de una infraestructura estratégica; es decir, de un sistema que cumple funciones sociales vitales para la integridad física, la seguridad, el bienestar social y económico, y para un gobierno efectivo, que su perturbación o destrucción afectaría gravemente a un país en lo económico, en la pérdida de la confianza o con la pérdida de vidas. Los artículos 146, 147 y 148 de la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública y el 5º, fracción XII así como el 15, fracción IX de la Ley de Seguridad Nacional constituyen fundamentos legales para que el STC Metro pase a la Federación. De manera adicional habría que decir que es en el DF donde se encuentran los poderes federales. Por supuesto, habría que aprender lo que no se debe hacer extrayendo las lecciones del diferendo Ortega y Espino para dar vida a un órgano autónomo, técnico, con un riguroso servicio profesional, profesiogramas claros y públicos así como mecanismos claros de vigilancia académica y social de sus quehaceres fundamentales. Hoy se ha convertido al Metro en una bomba de tiempo que puede colapsar en cualquier momento.
Fuente Proceso
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