lunes, 7 de enero de 2013

Los zapatistas presentes / Víctor Flores Olea



México, DF. Han venido de amigos fraternos algunos las más verdaderas y profundas reflexiones acerca de la actual presencia de los zapatistas en tierras chiapanecas. Luis Villoro y Fernanda Navarro; en un comunicado sin pierde, nos dicen que celebran “el estruendo del silencio de nuestros hermanos zapatistas, que han sabido despertar al mundo –hasta a los más incrédulos–, volviendo a encender el fuego de la esperanza”, Nos dicen además, en su mensaje dirigido al Tercer Seminario Internacional de Reflexión y Análisis Planeta Tierra, Movimientos Antisistémicos: “Nos han dado una nueva lección (los zapatistas): que la historia no se puede silenciar”. Además: “No muy distinto es lo que vinieron a expresar a este peculiar coloquio intercultural las voces de la América indígena, desde experiencias diferentes, cargadas con la energía (newen, la llaman los mapuches) del devenir de la historia”.

Y Pablo González Casanova, elaborando más, nos dice que “la propuesta zapatista es una nueva alternativa para la vieja disyuntiva reforma o revolución, que caracterizó los debates y luchas de la izquierda en el siglo XX, que además cambia la geometría política más allá de la oposición derecha-izquierda “al hablar, como lo hacen los zapatistas, del arriba y el abajo. Dijo además González Casanova, en su intervención magisterial, “que hoy vivimos en una crisis de espectro más amplio que las anteriores cíclicas de corta o larga duración, ya que la acumulación emprendida por el capitalismo pone en riesgo la supervivencia misma de la tierra” (en La Jornada, Herman Bellinghousen, 2 de enero).
Pero además sostiene González Casanova: “Estamos ante la oportunidad de organizar a nivel mundial una inmensa red de colectivos de defensa del territorio, de la tierra y de la Tierra”, Resaltó así la oportunidad de culminar las grandes transformaciones que impulsaron Lenin y Mao, que terminaron en el fracaso, y las posibilidades que ahora se abren con el zapatismo para un “proyecto mundial no sólo indígena e indigenista sino de emancipación humana que, en la medida de lo posible, será pacífica”. Todavía el intelectual mexicano se preguntó: “¿qué tienen Cuba y su Revolución para seguir en pie donde otras experiencias como la soviética o la de Vietnam condujeron a un nuevo tipo de capitalismo ahí vigente? Es la combinación de Marx y Martí”, sostuvo.
En el análisis de González Casanova hay una reflexión fundante: no hay revolución ni socialismo si no es sobre la base de una profunda democracia, de una democracia real, que no se resuelve ni en el número de votos ni es las urnas, y también sobre ello los zapatistas nos proporcionan la clave: “mandar obedeciendo”. Es decir, la imprescindible cuestión de la democracia, que hoy es el tema necesario de todo movimiento social y popular, no se limita a la cuestión cuantificable sino a su contenido esencial: el poder es de todos y los de arriba sólo ejecutan los mandatos de los de abajo…”
Otro planeta y otra constelación: el objetivo de la revolución, de las revoluciones sociales hoy, no es la “toma del poder” sino la profunda transformación de las sociedades de tal modo que las relaciones entre hombre y hombre y hombre y mujer no sólo sean equilibradas e igualitarias, sino perfectamente libres, haciendo que las relaciones interpersonales culminen en el conjunto social en un mundo del que hayan sido expulsadas las desigualdades, la explotación, una sociedad libre lo cual quiere decir emancipada, sin subordinaciones ni esclavismos de cualquier tipo, con un desarrollo autónomo y plenamente soberano. Es decir, sólo una sociedad general realmente libre y emancipada, autónoma, puede ser ejemplar y portadora de la libertad, la emancipación y la igualdad a que aspira la humanidad desde siglos…
Tal es en el fondo la buena nueva planteada por los zapatistas y la oferta de libertad que ofrecen, y que prueban ya con una disciplina, y un autocontrol realmente admirables. 20 años de vida, de organización y de voluntad que son un suspiro en la enormidad de su historia de siglos y que ahora la reiteran sorprendente y heroicamente con otra presencia admirable, fastuosa y humana en más de un sentido, perfecta en muchos aspectos.
El hecho clarísimo es que precisamente en el tiempo del desaliento y de la desesperanza de muchos mexicanos, la presencia zapatista de hoy significa una nueva vida y una transfusión de oxígeno y de renovada vitalidad, que llevará a muchos a entender al mundo de distinta manera. Este tránsito entre el 2012 y el 2013 es un tránsito profundamente promisorio debido en primer término a la renovada presencia zapatista, que otra vez nutre la voluntad y la imaginación de los mexicanos de esperanza y perspectivas.
Dijimos antes que la esencia de la organización democrática zapatista es ese profundo “mandar obedeciendo” que los ha caracterizado desde el primer momento. Pero seguramente en su accionar hay algo más hondo: la enseñanza a los mexicanos que la libertad tiene muchos vías, y que no es la menor esa de la fraternidad indestructible que nos muestran ejemplarmente, y al mundo entero, estos veinte años de resistencia heróica y construcción fraterna ininterrumpida. Y nos muestran además que la libertad y la emancipación verdaderas no se encuentran necesariamente detrás de espectaculares gestos políticos, sino en el terreno aparentemente más discreto pero en definitiva más fuerte y grandioso que es el de la voluntad cumplida.

Fuente La Jornada

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