viernes, 21 de junio de 2013

“Chapo” Guzmán, el “Pablo Escobar” del siglo XXI



Rafael Croda

La desarticulación de los cárteles colombianos de la droga provocó un vacío en ese país que las organizaciones mexicanas del narcotráfico –en especial la del Chapo Guzmán– intentan aprovechar: han enviado operadores para “generar contactos” que les permitan tener “proveedores y restablecer rutas”, dice a Proceso el general José Roberto León Riaño, director de la Policía Nacional de Colombia. Sin embargo, rechaza que los narcos mexicanos hayan impuesto su hegemonía en la nación sudamericana. Si lo intentan, afirma, enfrentarán “toda la experiencia de la policía colombiana en la lucha contra el narcotráfico”.
BOGOTÁ (Proceso).- Joaquín El Chapo Guzmán, “el Pablo Escobar del siglo XXI”, es un objetivo a capturar por la Policía Nacional de Colombia (PNC). “Tenemos una alerta de inteligencia que estamos investigando de manera permanente. Este señor (El Chapo) también tiene circulares y requerimientos internacionales de las autoridades mexicanas. En el caso de que llegue a Colombia, pues, obviamente, procederemos”, afirma el general José Roberto León Riaño, director de esa corporación.

–¿Usted cree que se atreva a venir a Colombia? –le pregunta Proceso.
–No creo –responde.
–¿Por qué?
–Porque aquí hemos sido efectivos en la captura de capos.
–¿A pesar de que aquí tiene socios, contactos y se han encontrado propiedades de él?
–A pesar de eso –afirma el general.
De acuerdo con León Riaño, El Chapo Guzmán es “el narcotraficante número uno del mundo” y su organización delictiva, el Cártel de Sinaloa, es el grupo mafioso mexicano que mayor presencia tiene en Colombia, seguido de Los Zetas.
La presencia, dice, se ha realizado a través de contactos con delincuentes colombianos que integran organizaciones del narcotráfico, pero pobladores del suroccidente del país han denunciado que enviados del Cártel de Sinaloa ya coordinan en forma directa la producción, el procesamiento y las rutas de tráfico de cocaína.
En febrero pasado, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, le encargó a León Riaño una investigación al respecto, la cual es manejada con extrema reserva como un asunto de seguridad nacional.
–¿Hasta ahora qué han descubierto en concreto sobre las actividades del Cártel de Sinaloa en zonas como Tumaco y Buenaventura (puertos del suroccidente) y en La Guajira (departamento del Caribe)? – se le pregunta al general.
–Estamos en unos procesos investigativos, pero hasta el momento no encontramos un elemento contundente que permita confirmar esto, que vengan ellos aquí a tener una hegemonía directa o a manejar una ciudad directamente. No. Hasta ahorita no hay evidencia de eso, pero estamos en esa investigación.
–¿Ya tiene, por ejemplo, algunos nombres y apellidos de los enviados del Chapo que ha detectado la población en algunas regiones?
–Eso no se lo puedo decir –ríe.
–¿Pero pudiera ser que sí?
–Puede ser que sí –dice sin perder la sonrisa.
El jefe policiaco afirma que luego de la orden de Santos de investigar el asunto, la PNC “integró las capacidades de diferentes direcciones operativas (inteligencia, antinarcóticos, policía judicial) para determinar lo que distintas fuentes abiertas han venido identificando alrededor de la aparición del Cártel de Sinaloa en Colombia”.

Preocupación

Para León Riaño, de 52 años –de los cuales 35 ha sido policía–, la posibilidad de que los cárteles mexicanos asuman una hegemonía directa sobre la producción y procesamiento de cocaína en Colombia y que se conviertan en un factor de violencia en el país es una preocupación de los organismos de seguridad del Estado y, en particular, de la PNC.
“Eso es algo que no podemos descartar –señala–, pero en caso de que eso llegue, está toda la experiencia de la policía colombiana en la lucha contra el narcotráfico. Obviamente, tenemos las alertas necesarias, y en caso de que se dé, tenemos un bagaje acumulado de años de lucha contra el narcotráfico, lo que nos permitiría tener éxito contra esos carteles si llegan acá.”
De acuerdo con el director de la PNC, quien hace un año sucedió en ese cargo al general Óscar Naranjo –hoy asesor externo en materia de seguridad del presidente mexicano Enrique Peña Nieto–, las investigaciones sobre las injerencias del Chapo y los cárteles mexicanos en Colombia establecen que éstos “han desplegado enviados al país para generar contactos que les permitan reestablecer rutas del tráfico y proveedores de droga para suplir el vacío que ha venido generando la desarticulación de los cárteles en Colombia”.
Los tradicionales cárteles colombianos de la droga han sido reemplazados por bandas criminales (Bacrim) como Los Urabeños y Los Rastrojos, que están fragmentadas en células autónomas de alcance regional o local tras la captura de sus principales líderes. Es normal que cada semana se anuncien bajas o detenciones de cabecillas de las Bacrim, remanentes de los grupos paramilitares que asumieron el control del narcotráfico en Colombia en los noventa.
Según estimaciones de la policía, la “vida útil” de los capos colombianos se redujo de dos décadas en los ochenta y noventa –como son los casos del fallecido Pablo Escobar y los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, ambos encarcelados en Estados Unidos–, a tres años en la actualidad.
“La captura de los cabecillas es como ir decapitando esas organizaciones criminales y eso ha generado una atomización de estas organizaciones, que hoy tienen una injerencia de carácter local. Vemos una ausencia de grandes liderazgos, ruptura de líneas de coordinación y una pérdida de cohesión del crimen organizado en Colombia”, plantea León Riaño.
–¿Y esa pérdida de cohesión no produce un vacío que puede ser llenado por organizaciones más poderosas, como la del Chapo o Los Zetas?
–Obviamente, la hegemonía del negocio de la droga la tienen los cárteles mexicanos hoy en día, pero hay que indicar que en Colombia, a pesar de que ha habido contactos de cárteles mexicanos con narcotraficantes colombianos, todavía no podemos decir que en Colombia exista la hegemonía de un cártel mexicano que reemplace a los colombianos en el envío de cocaína. Esto todavía lo manejan organizaciones colombianas que, a través de contactos con cárteles mexicanos, envían la droga. Pero vuelvo y repito: las investigaciones sobre la presencia de una estructura de un cártel mexicano en Colombia se mantienen.
El general dice que las investigaciones trascienden el plano nacional. “Estamos trabajando a través de Ameripol (Comunidad de Policías de América), de Clacip (Comunidad Latinoamericana y del Caribe de Inteligencia Policial), para ver la posibilidad de expansión de los cárteles mexicanos y cómo sería esa influencia frente al éxito colombiano en la lucha contra el narcotráfico; cómo se haría, a través de qué mecanismos se daría, es algo que estamos investigando”, indica.

Un símil

En abril de 2012, cuando León Riaño era subdirector de la PNC, él condujo una operación para decomisar al Chapo 52 inmuebles en Bogotá, Medellín y Cali con un valor superior a 10 millones de dólares y los cuales estaban registrados a nombre de prestanombres del jefe del Cártel de Sinaloa.
Dos meses después, la Policía Nacional ocupó otras 116 propiedades, valuadas en 15 millones de dólares, a nombre de los hermanos Jorge Milton y Dolly Cifuentes Villa –ambos capturados–, con quienes el capo mexicano mantuvo una estrecha relación.
Según el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, los hermanos eran parte de la estructura del Chapo en Colombia y actuaban como sus socios y prestanombres en operaciones de lavado de activos.
El director general de la PNC tiene muy presentes esos casos y recuerda que el desmantelado clan de los Cifuentes Villa vendió o proporcionó al Chapo Guzmán, como parte del pago de cargamentos de droga, varios inmuebles, entre los cuales figuraba una enorme finca en el occidental departamento del Chocó. “Los Cifuentes Villa tuvieron una relación de negocios con El Chapo Guzmán. Ahí tuvimos evidencia muy completa y concreta de esa relación”, indica.
Para León Riaño, el poder que ha alcanzado El Chapo Guzmán es equiparable al que logró en los ochenta y noventa el jefe del Cártel de Medellín, Pablo Escobar, quien acumuló una fortuna de cientos de millones de dólares por el trasiego de cocaína a Estados Unidos y utilizó esos recursos para montar una estructura criminal que hizo la guerra al Estado y asesinó a miles de colombianos, entre ellos candidatos presidenciales, magistrados, policías y todo aquel enemigo que se interpuso en su camino, hasta que fue abatido por la policía el 2 de diciembre de 1993.
“Uno pudiera de pronto hacer un símil entre El Chapo Guzmán y Pablo Escobar, durante la época en que éste tuvo vigencia criminal, pero a final de cuentas es cierta la máxima de que el crimen no paga”, afirma el jefe policiaco, quien ha sido comandante de la PNC en la suroccidental Cali, director nacional de Escuelas, director de Seguridad Ciudadana y subdirector general de la institución.
El general colombiano sostiene que “tarde que temprano El Chapo Guzmán caerá ante las autoridades mexicanas o ante las autoridades de otro país, si se ha ido a refugiar a otro país, o será asesinado por sus propios secuaces. Ese es el mundo del narcotráfico. Puede ser una vendetta, una disputa de alguien que quiere ocupar ese liderazgo, o que en un enfrentamiento con las autoridades mexicanas se dé de baja. Al final de cuentas, independientemente del tiempo que dure, terminará sometido a la justicia de su país o dado de baja”.

Más cooperación

El general León Riaño habla de manera firme y pausada. Está sentado en su despacho frente a un gran escritorio ejecutivo sobre el cual tiene documentos y libros muy bien ordenados. Es administrador de empresas, tiene diplomados en derechos humanos, sistema penal acusatorio y alta gerencia, y ha cursado maestrías en seguridad y defensa en el Colegio Interamericano de Defensa, en Estados Unidos, y en la Universidad de El Salvador, en Argentina.
A su derecha cuelga de la pared una cruz de madera. A su izquierda hay oleos del libertador Simón Bolívar y del general Francisco de Paula Santander (prócer de la independencia colombiana), así como tres banderas: la de Colombia, la de la Policía Nacional y la de Ameripol, comunidad policiaca que él preside y en la cual funge como secretario ejecutivo el comisionado general de la Policía Federal de México, Enrique Galindo.
León Riaño dice que con México existe “una fuerte cooperación policiaca que expresa el interés de Colombia de compartir, con países hermanos, todo lo que nosotros hemos aprendido en estos 30 años de lucha contra el narcotráfico. No queremos que nadie tenga que vivir la espiral de violencia que vivimos los colombianos”.
“Hay un proceso de trasferencia del conocimiento que acumulamos en estos 30 años de lucha –explica–. Ese bagaje puede ser utilizado para que en otros países no se demoren los mismos 30 años, sino 10, cinco o menos años, y que así se genere menos violencia y menos muerte.”
Señala que la cooperación con México se orienta a capacitación policiaca –centenares de policías mexicanos han recibido entrenamiento en Colombia–, asesorías técnicas en inteligencia, en investigación criminal, en antisecuestros, así como intercambio de información estratégica y operacional.
–¿Pero hay confianza institucional, general? Porque hay fuentes en las policías de los dos países que se quejan de que no hay suficiente confianza y flujo de información en ocasiones.
–En el caso nuestro sí tenemos confianza, porque uno ha conocido el trabajo de varios policías de allá, de varias personas que trabajan con el Estado y, obviamente, ha habido una comunicación desde hace varios años, no es nueva. Hay diferentes sistemas, diferentes mecanismos, y en la medida en que se tiene la información, obviamente se cruza y se intercambia.
–¿La presencia del general Naranjo en México ha facilitado la colaboración entre ambas policías?
–Claro, indudablemente, porque si hay un icono en la lucha contra el narcotráfico a nivel mundial es mi general Naranjo. Él tiene toda la experiencia del mundo y le tocó enfrentar a los grandes cárteles colombianos; los derrotó. Hoy en día es un elemento fundamental de esa mayor coordinación y comunicación entre el gobierno colombiano y el mexicano, y entre las policías.
–¿Con el general Naranjo hay mayor coordinación y mayor fluidez en el intercambio de información?
–Claro, porque es una persona que conoce el tema y entonces facilita muchas cosas.

Fuente Proceso

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