viernes, 7 de junio de 2013

Acoso laboral contra taquilleras del Metro



Juan Pablo Proal

Ejemplo de cómo en este país el mayor de los corruptos puede mantenerse vigente y operar a la luz pública con plena impunidad, el líder del Sindicato Nacional de Trabajadores del Transporte Colectivo (SNTSTC), Fernando Espino Arévalo, emprendió una campaña de acoso laboral y presión contra las trabajadoras de taquilla del Metro.
Las anécdotas podridas en torno a Espino Arévalo son el espejo del cliché del país: líderes charros que gradualmente devoran los recursos públicos para sí y su familia, y trabajadores rasos que, en contraste, viven con un pie exprimiendo su rostro.

Con una biografía que nada le pide a Carlos Romero Deschamps o Elba Esther Gordillo, Fernando Espino ha sido acusado de todo: golpizas, abusos físicos, desvío de recursos públicos, amenazas, represión, chantaje político… Eterno legislador resguardado en el fuero, Espino se ha convertido en una estatua inamovible que depreda el destartalado y oxidado Sistema de Transporte Colectivo Metro de la Ciudad de México.
Desde que en 1979 emprendió su carrera para apoderarse del SNTSTC, Espino Arévalo se caracterizó por su grosera hambre de poder. Uno de los recursos que de manera sistemática empleó para controlar el sindicato y difuminar a la disidencia, fue mandar a golpear a sus críticos. Así lo hizo en agosto de 1991, cuando agredió a José Remedios Maldonado, candidato a diputado federal por el Partido Popular Socialista, y entonces su rival en la campaña por el distrito 37 del DF. También reprimió una manifestación de miembros del Frente de Trabajadores Unidos del Metro, el 25 de febrero de 1994, provocando que muchos de ellos tuvieran que ser hospitalizados por la gravedad de las heridas.
Entre las múltiples facetas nauseabundas de Espino se encuentra el desvío, desaseo y mal uso de los recursos públicos. El 3 de marzo de 1999, de acuerdo con un trabajo de investigación del periodista Raúl Monge en la revista Proceso,  obtuvo 700 mil pesos para la celebración del XIV Congreso General Ordinario del sindicato y un mes después la dirección del Sistema de Transporte Colectivo (SCT) le entregó 647 mil pesos por concepto de “complemento de gastos”. Estos son sólo dos ejemplos, Proceso ha publicado muchos más documentos sobre “la generosidad” del SCT hacia Espino, quien, entre muchas otras cosas, controla plazas laborales y contratos.
El nepotismo es otra de las caras de Espino. El 11 de marzo de 2007, la revista Proceso publicó que la hermana del dirigente, Guadalupe Espino Arévalo, llevaba años controlando las finanzas del sindicato, y la exesposa del líder, Ana María Suárez, cuenta con plaza de ”técnico profesional A” y su hermana, Guadalupe, de analista administrativa.
“En la nómina de la empresa también figura su actual esposa, María Enriqueta García Villarreal, y cuatro hermanos de ésta. Patricia, Eugenia, Fernando y Roberto”, cita la investigación referida.
Pero este artículo no trata solamente sobre Espino, sino de las inhumanas condiciones de trabajo de las trabajadoras de taquilla del STC, situación directamente vinculada con el líder del sindicato. En 1989, veinte años después de que se inaugurara la primera línea del Metro, la periodista Cristina Pacheco publicó un reportaje al respecto:
“Las doscientas cincuenta taquilleras que trabajan en el Metro lo hacen en las mismas condiciones de incomodidad y de inseguridad. Cada una mide aproximadamente metro y medio por dos. El calor se encierra allí, el aire se vicia y los extractores casi nunca funcionan. Abundan los roedores e insectos. En las taquillas el mal olor es intolerable a causa de que los cárcamos se encuentran precisamente abajo, lo mismo que el cableado”.
Diez años más tarde, en diciembre de 1999, los escritores Jorge Berlamino y Paco Ignacio Taibo II publicaron en el periódico La Jornada el caso de María Isabel Valverde Martínez, una taquillera que desde noviembre de 1994 sufrió acoso sexual, agresiones y finalmente violación:
“(…) pero el 25 de noviembre pasado no hay quien la apoye y afuera del Metro La Viga es violada por un grupo de guaruras del sindicato del Metro de nuestra ciudad. Levanta una denuncia, le hacen el estudio común, se presenta en la clínica del Sistema y le dicen que miente, que el estudio de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal sólo demuestra que había semen en su interior, ‘pero como todos sabemos que eres tan puta…’”.
Hoy, pleno 2013, las condiciones de vida de las trabajadoras de taquilla del Metro no han mejorado. Con admirable valentía, sabiendo que podrán ser intimidadas, agredidas e incluso perder su empleo, Nélida Reyes, María del Socorro Romano Castro, María Guadalupe Reyes Hernández y Rocío Hernández, todas con no menos de 20 años de antigüedad, me buscaron para hacer públicos los abusos que comete Espino contra empleadas de este sector.
La Coordinación de Taquillas, área administrativa, es controlada por Espino a través de su operadora, Rebeca Hassan Barrera, quien somete a las trabajadoras a condiciones de hostigamiento y sometimiento para apaciguar cualquier intento de democratizar su vida laboral, denuncian.
Uno de los abusos más comunes es acusarlas de dinero faltante en los cobros del día. Se les levantan reportes de que no aparecieron, cien, doscientos o cincuenta pesos. Este dinero, además de que lo deben reponer, les hace perder muchos incentivos, que finalmente se traducen en efectivo. El punto primordial es que, anualmente, el STC cuenta con un presupuesto determinado que incluye estos alicientes, con lo que se estima, existe una cantidad inmensa de dinero que el Sistema se ahorra con el contubernio del sindicato oficial y no se sabe en qué bolsillos queda.
“El faltante implica que a mí me van a llamar a esta mesa de investigación (controlada por Rebeca Hassan), y me van a decir: fíjate que tu tuviste un faltante y es tu palabra contra dos verificadoras y contra la empresa. Tienes que pagar, me lo descuentan y me quitan dos estímulos, de buena conducta y de trabajo realizado según las condiciones generales de trabajo, entonces van a ser 100 pesos más dos estímulos, van a ser 700 pesos, pero me van a descontar el estímulo anual, que son 1700 pesos, entonces me están descontando más de 2000 pesos”, explica María del Socorro Romano Castro.
Las trabajadoras de ventanilla ganan un promedio de 7 mil pesos al mes, cifra ínfima si se toma en cuenta que las rentas en un departamento céntrico del DF no bajan de cuatro o cinco mil pesos.
A cambio, sufren condiciones laborales paupérrimas, entre ellas, el problema de ir al baño. Cuando se ausentan, así sea unos minutos, a su regreso las esperan filas enormes de usuarios furibundos que comúnmente las ofenden y no en pocas ocasiones las han llegado a golpear. Ellas son el rostro visible del Metro, un sistema de transporte público que los últimos años se ha deteriorado a tal grado que está al  punto del colapso, según documentó recientemente el investigador Ernesto Villanueva en un artículo publicado en Proceso.
“Nadie puede escalar una sola plaza si Espino no la autoriza, te vayas de supervisora, te vayas a transportación, te vayas a cualquier área, Espino las controla”, denuncia María del Socorro Castro en una conversación sostenida en las instalaciones de la revista Proceso.
Estas cuatro trabajadoras, junto con más compañeras que pidieron guardar su nombre bajo reserva, interpusieron una queja ante la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal por las deplorables condiciones laborales que padecen, que incluyen presiones y constante intimidación psicológica.
Salvo la gente más cercana al líder sindical, nadie sabe con precisión a cuánto asciende la fortuna de Espino; sin embargo, las trabajadoras me cuentan que se da vida de millonario, tiene guardaespaldas a su servicio, varias casas en el Distrito Federal y departamentos vacacionales.
Las trabajadoras cuentan que es un secreto a voces los negocios que Espino ha establecido en el STC. Uno de ellos, se asume, son espacios publicitarios colocados al interior de los andenes; otro, los “Tacos Don Lucho”, que han proliferado en las estaciones del Metro, así como locales farmacéuticos.
Espino vive eternamente como legislador, local o federal, resguardado en el fuero gracias al PRI, partido donde ha militado la mayor parte de su vida, y a sus aliados-satélites PVEM y Panal. Por lo anterior, los bonches de denuncias en su contra no han prosperado. Incluso durante su gestión como jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador intentó defenestrarlo, lo que llevó a Espino al chantaje de paralizar el Metro, obteniendo finalmente su supervivencia.
La impunidad con la que opera Espino sólo se puede entender en un país donde una mujer semi-analfabeta dirigió el sindicato de profesores o donde un hombre que apenas puede citar mal el nombre de tres libros y sus respectivos autores se convierte en presidente de la República.
www.juanpabloproal.com
P.D. Este sábado 8 de junio se celebrará en la explanada de la delegación Cuauhtémoc, en el Distrito Federal, el concierto de música electrónica “Todos por un kilo de música”, que tiene por objetivo ayudar a los miles de indígenas que anualmente arriban al DF para buscar mejores condiciones de vida. Los asistentes deben llevar comida de la canasta básica para ayudar a la causa. Participan los artistas: Alyosha Barreiro, Lithium y Willy Sanjuan.

Fuente Proceso

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