miércoles, 2 de enero de 2013

EZLN, la apuesta civil



José Gil Olmos

MÉXICO, D.F. (apro).- El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) decidió celebrar a puerta cerrada el pasado 31 de diciembre sus 19 años de existencia desde que lanzó la declaración de guerra contra el Estado mexicano, aquella mañana del 1 de enero de 1994.
Lo que se consideraría como un gesto de ensimismamiento, en realidad podría ser el primer paso del EZLN hacia una nueva etapa de vinculación con los movimientos sociales del país que se encuentran en crisis.
Durante estos años el zapatismo ha evolucionado no sólo en la parte militar, sino también en la política, pero no en los términos de partidos y organizaciones que buscan el poder, sino de participación activa de la vida social de México y del mundo.

Sin levantar la declaración de guerra que emitió en su primera aparición pública tras los primeros diálogos con el gobierno federal en febrero de 1994, el EZLN hizo a un lado las armas y se dedicó a establecer redes con distintas organizaciones sociales, al mismo tiempo que avanzó en su propio proyecto de crear gobiernos autónomos en los pueblos indígenas de los altos, selva y norte de Chiapas.
A partir de la creación de los Aguascalientes en 1995, como centros de reunión de los pueblos indígenas con la sociedad civil, el movimiento insurgente empezó a tener los primeros acercamientos reales con las organizaciones sociales de México y de muchos países. Pero quizá desde antes, con los diversos encuentros –como la Convención Nacional Democrática, de agosto de 1994–, los zapatistas comenzaron a fortalecer sus redes sociales de apoyo, sin dejar de ser un ejército beligerante.
Nunca, durante estos años, tuvieron la tentación de apoyar las causas políticas de partidos o de personajes como Cuauhtémoc Cárdenas o Andrés Manuel López Obrador. Al contrario, su actitud crítica y la decisión de no participar en las elecciones los alejaron de esos grupos de poder.
Todo este tiempo el EZLN le apostó a la sociedad civil, por eso realizó las dos giras (la marcha de los mil 11 y la otra campaña) para, desde abajo y a la izquierda, tejer las relaciones con agrupaciones y pueblos indígenas, campesinos, urbanos, de derechos humanos, estudiantiles y hasta con algunos gremios sindicales, como el los electricistas, dando lugar al surgimiento de nuevas expresiones de organización como el Congreso Nacional Indígena.
Sin embargo, estas redes, estos puentes, muy pronto empezaron a debilitarse, hasta romperse en algunos casos.
En tanto, el EZLN, como agrupación militar indígena, siguió su propio proceso interno de resistencia y de organización política autónoma. A pesar de estar cercados por el Ejército, dieron paso a la integración de regiones autogobernadas por las propias comunidades, representadas en las Juntas de Buen Gobierno, y crearon sus propias escuelas, clínicas, formas de organización comunitaria y centros de recreación independientes de los gobiernos federal y estatal.
Así, mientras los zapatistas continuaban con su proyecto en la región, el resto del país cambió, pero no para bien. El crimen organizado, vinculado o integrado al poder político, creció hasta convertirse en un grupo de poder capaz de crear un estado paralelo en varias regiones del país. La pobreza también aumentó, lo mismo que el desempleo, la corrupción y la impunidad.
La sociedad civil se atomizó perdiendo espacios y presencia.
Las últimas agrupaciones sociales han surgido más por una tragedia que por un proyecto social de organización, como es el caso de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México (FUNDEM) y el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que agrupan a las familias de las víctimas de la guerra contra el narcotráfico declarada por Felipe Calderón.
El movimiento estudiantil #YoSoy132, surgido durante el proceso electoral de 2012, no dio el estirón y más bien se ha quedado marginado en las propias escuelas, en medio de un asambleísmo desgastante.
En tanto, las organizaciones campesinas e indígenas están debilitadas por el abandono y la marginación de los últimos gobiernos panistas y por el crecimiento del poder del narcotráfico, que se ha apoderado de grandes extensiones de tierra, en las cuales ya no se siembra el maíz, sino la mariguana y la amapola.
Frente a esta crisis social y de los movimientos ciudadanos, el EZLN vuelve a salir a la luz pública lanzando su apuesta por la sociedad civil. Siendo el único grupo con calidad ética y moral, es tal vez el único que puede hacer esa convocatoria de unidad, sobre todo ahora que el PRI ha regresado al poder con la mano dura y autoritaria por delante.
Habrá que esperar las iniciativas sociales y pacíficas que el subcomandante Marcos anunció en uno de sus últimos comunicados. Habrá que ver cuáles son las propuestas de vinculación con las nuevas agrupaciones sociales y, sobre todo, habrá que esperar las nuevas acciones que prepara el EZLN, que en estos 19 años siempre ha sorprendido con una creatividad difícil de encontrar en el mundo de las agrupaciones sociales y ciudadanas.

Fuente Proceso

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